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Antonio Mora Plaza
economista
Madrid, 20 de noviembre de 2004
Uno de los tópicos que parecen instaurados en el mundo virtual de las creencias es el de la buena, incluso excelente, gestión económica del Partido Popular en los 8 años de gobierno (1996-parte 2004). La dificultad de valorar una gestión económica estriba en distinguir qué parte de la marcha de la economía se debe estrictamente a la gestión y que parte se debe a la coyuntura (nacional e internacional). La ciencia económica –suponiendo que la economía sea una “ciencia”- no ha podido deslindar lo uno de lo otro. No trato en este artículo de explicar y valorar toda la actuación del PP en el gobierno en materia de economía, pero sí me centraré en dos aspectos concretos por sus posibles repercusiones macroeconómicas: el precio de la vivienda y el crédito hipotecario. Antes de comentar estos dos aspectos, sí quisiera enumerar los problemas heredados del PP: déficit presupuestario (1,5% del PIB), muy baja productividad laboral, paro aún de dos dígitos (10,6%), doble tasa temporalidad en el mercado de trabajo respecto a la UE (31%), en la mitad de la media europea en inversión en I+D+i, record de déficit de balanza de pagos comercial (78% en tasa de cobertura), enorme fraude fiscal (un 20% según IEF), primera posición en siniestralidad laboral en Europa, 800.000 inmigrantes sin legalizar ni cotizar, Sanidad y Educación públicas deterioradas e insuficientemente presupuestadas, antepenúltimos en gasto social también en Europa, insuficiente dotaciones económicas a los ayuntamientos. Y la lista se podría alargar. Y a esto, los comentados precios de la vivienda y el endeudamiento hipotecario. Se puede objetivar estas valoraciones con mayores datos, pero no es mi propósito detenerme en ello. Cuando la historia de este próximo pasado convierta las creencias en ideas –de acuerdo con la distinción de Ortega y Gasset-, temo que no se podrá sostener el calificativo de excelente para la gestión del PP. Quizá tampoco el de buena. Paso ahora a los dos últimos puntos.
Gonzalo Gil, subgobernador del Banco de España, ha anunciado y denunciado que el crédito hipotecario se ha colocado en el mes de septiembre en 551.000 millones de euros, que supone un incremento del 25,3% respecto al mismo mes del año anterior. Su preocupación le ha llevado a pedir al sector financiero que extreme las garantías del crédito y que no sobrepasen el 80% del crédito hipotecario concedido respecto al valor de la vivienda hipotecada.
Por otro lado, el déficit comercial, con un incremento del 9,4% en el año 2003 respecto al 2002, se ha situado en 37.843 millones de euros. Ello representa una tasa de cobertura (exportaciones/importaciones) de un 78,8%, que está por debajo de los años 2000 y 2001.
¿Por qué son tan peligrosas ambas herencias del PP para el futuro económico del país y no tanto otras que parecen más llamativas? Veamos. La integración económica y la adopción de la moneda única –tan beneficiosa en otros aspectos- tiene el inconveniente de que no se puede combatir los déficits exteriores con devaluaciones de la moneda propia. No es que la devaluación no tenga inconvenientes: pérdida de relación de intercambio, impulso de la inflación por pérdida de competencia, etc. Cuando el déficit comercial no se puede compensar con otras partidas de signo contrario –turismo, remesas de emigrantes, transferencias netas, inversiones de capital, etc.- se devalúa o simplemente se deja flotar la moneda. Ahora ello no es posible dentro de la UE porque la moneda es única. Ahora un déficit comercial pronunciado y persistente implica una restricción al crecimiento económico si no se compensa con otras rentas, transferencias o inversiones financieras o de capital. El PP no ha tenido política comercial exterior. Ha aplicado liberalismo puro porque ha creído, con la fe del converso, que cualquier intervención –en general, en toda la esfera económica- es peor que la no intervención. Hizo excepción cuando, al comienzo de su primera legislatura, colocó a personas de su confianza –incluso compañeros de pupitre de Aznar- en empresas públicas para privatizarlas después. Ahora el déficit comercial se ha vuelto crónico.
Con el crédito hipotecario se fue más lejos. Según la doctrina Cascos –el ex-ministro de Fomento-, los pisos son caros porque siempre hay alguien que los compra a los precios existentes. Ahora tenemos precios prohibitivos para los que no tienen previamente un piso que vender o niveles de renta de los que sólo pueden disfrutar una minoría de españoles; añadido a esto, un insufrible endeudamiento hipotecario de las familias. Y tal es así, que han hecho soltar las alarmas de los más recalcitrantes neoliberales. ¿Qué pasaría ahora si los tipos de interés de mercado –euribor- comenzaran a aumentar pausada pero significativamente?: que muchos españoles hipotecados hasta las cejas tendrían dificultades para pagar las mensualidades por las hipotecas a interés variable; algunos perderían sus pisos, los más disminuirían su consumo y la morosidad de los bancos y cajas aumentaría. Ello provocaría una disminución del consumo –y por ende, de la demanda agregada- por dos motivos: porque los españoles restringirían el consumo ante el aumento de su hipoteca y porque los bancos y cajas restringirían algo el crédito hipotecario por un deber elemental de prudencia en la gestión y reasignación de activos. Conclusión: menor consumo y menor demanda agregada (consumo más inversión pública y privada más gasto público más exportaciones netas).
Sumemos. Si a la restricción del crecimiento como consecuencia del déficit comercial -y por tanto de la exportaciones netas (exportaciones menos importaciones)- le sumamos el parón del consumo, tenemos que dos de las cuatro componentes de la demanda agregada van a ver minorado su papel en su contribución al crecimiento. Por muy neoliberal que se sea, no se puede negar que si la demanda agregada en términos reales (descontada inflación) de un año es inferior al del año anterior, se pone en marcha el mecanismo desmultiplicador keynesiano/kaleckiano, y ello supone recesión y aumento del paro. Y no va a ser fácil combatir ambas situaciones. Por un lado, el crédito hipotecario ya está concedido y los niveles de endeudamiento relativos no van a bajar ni a corto ni a medio plazo; por otro lado, decir que de los mecanismos que permiten mejorar la balanza comercial tales como el aumento de la productividad y/o el aumento de las exportaciones sólo puede operar el primero a medio plazo por más inversiones en I+D que se pongan por medio y que es dependiente de la coyuntura internacional el segundo, coyuntura muy deteriorada por el aumento de los precios del petróleo con motivo de la guerra que nos han montado el trío de las Azores. Ahora el precio del petróleo ha bajado de los 50$, pero se corre peligro de que no logre estabilizarse por el factor de inestabilidad que ha supuesto la reelección del Sr. Bush ¿Cómo se comportará el nuevo equipo del presidente USA? ¿Seguirán con sus pretensiones de atacar Irán? ¿Cómo acabarán con lo de Iraq después de lo de Faluya: con las elecciones previstas o se convertirá en un nuevo Vietnam? La dimisión del Secretario de Estado, Colin Powell, no augura nada bueno. El que coyunturalmente el consumo y la construcción tiren de la demanda agregada y el que haya mejorado las inversiones del exterior no puede cegarnos sobre la existencia de estas dos bombas de relojería a medio plazo con que nos regalaron los Sres. Aznar y Rato. Ahora toca a otros desactivarlas, impedir una disminución de la demanda agregada llegado el momento, cuadrar el presupuesto en el ciclo y mejorar la balanza comercial, además de dar soluciones razonables a los problemas que se han planteado en la primera parte de este artículo.
Antonio Mora Plaza
economista
Madrid, 20 de noviembre de 2004
Uno de los tópicos que parecen instaurados en el mundo virtual de las creencias es el de la buena, incluso excelente, gestión económica del Partido Popular en los 8 años de gobierno (1996-parte 2004). La dificultad de valorar una gestión económica estriba en distinguir qué parte de la marcha de la economía se debe estrictamente a la gestión y que parte se debe a la coyuntura (nacional e internacional). La ciencia económica –suponiendo que la economía sea una “ciencia”- no ha podido deslindar lo uno de lo otro. No trato en este artículo de explicar y valorar toda la actuación del PP en el gobierno en materia de economía, pero sí me centraré en dos aspectos concretos por sus posibles repercusiones macroeconómicas: el precio de la vivienda y el crédito hipotecario. Antes de comentar estos dos aspectos, sí quisiera enumerar los problemas heredados del PP: déficit presupuestario (1,5% del PIB), muy baja productividad laboral, paro aún de dos dígitos (10,6%), doble tasa temporalidad en el mercado de trabajo respecto a la UE (31%), en la mitad de la media europea en inversión en I+D+i, record de déficit de balanza de pagos comercial (78% en tasa de cobertura), enorme fraude fiscal (un 20% según IEF), primera posición en siniestralidad laboral en Europa, 800.000 inmigrantes sin legalizar ni cotizar, Sanidad y Educación públicas deterioradas e insuficientemente presupuestadas, antepenúltimos en gasto social también en Europa, insuficiente dotaciones económicas a los ayuntamientos. Y la lista se podría alargar. Y a esto, los comentados precios de la vivienda y el endeudamiento hipotecario. Se puede objetivar estas valoraciones con mayores datos, pero no es mi propósito detenerme en ello. Cuando la historia de este próximo pasado convierta las creencias en ideas –de acuerdo con la distinción de Ortega y Gasset-, temo que no se podrá sostener el calificativo de excelente para la gestión del PP. Quizá tampoco el de buena. Paso ahora a los dos últimos puntos.
Gonzalo Gil, subgobernador del Banco de España, ha anunciado y denunciado que el crédito hipotecario se ha colocado en el mes de septiembre en 551.000 millones de euros, que supone un incremento del 25,3% respecto al mismo mes del año anterior. Su preocupación le ha llevado a pedir al sector financiero que extreme las garantías del crédito y que no sobrepasen el 80% del crédito hipotecario concedido respecto al valor de la vivienda hipotecada.
Por otro lado, el déficit comercial, con un incremento del 9,4% en el año 2003 respecto al 2002, se ha situado en 37.843 millones de euros. Ello representa una tasa de cobertura (exportaciones/importaciones) de un 78,8%, que está por debajo de los años 2000 y 2001.
¿Por qué son tan peligrosas ambas herencias del PP para el futuro económico del país y no tanto otras que parecen más llamativas? Veamos. La integración económica y la adopción de la moneda única –tan beneficiosa en otros aspectos- tiene el inconveniente de que no se puede combatir los déficits exteriores con devaluaciones de la moneda propia. No es que la devaluación no tenga inconvenientes: pérdida de relación de intercambio, impulso de la inflación por pérdida de competencia, etc. Cuando el déficit comercial no se puede compensar con otras partidas de signo contrario –turismo, remesas de emigrantes, transferencias netas, inversiones de capital, etc.- se devalúa o simplemente se deja flotar la moneda. Ahora ello no es posible dentro de la UE porque la moneda es única. Ahora un déficit comercial pronunciado y persistente implica una restricción al crecimiento económico si no se compensa con otras rentas, transferencias o inversiones financieras o de capital. El PP no ha tenido política comercial exterior. Ha aplicado liberalismo puro porque ha creído, con la fe del converso, que cualquier intervención –en general, en toda la esfera económica- es peor que la no intervención. Hizo excepción cuando, al comienzo de su primera legislatura, colocó a personas de su confianza –incluso compañeros de pupitre de Aznar- en empresas públicas para privatizarlas después. Ahora el déficit comercial se ha vuelto crónico.
Con el crédito hipotecario se fue más lejos. Según la doctrina Cascos –el ex-ministro de Fomento-, los pisos son caros porque siempre hay alguien que los compra a los precios existentes. Ahora tenemos precios prohibitivos para los que no tienen previamente un piso que vender o niveles de renta de los que sólo pueden disfrutar una minoría de españoles; añadido a esto, un insufrible endeudamiento hipotecario de las familias. Y tal es así, que han hecho soltar las alarmas de los más recalcitrantes neoliberales. ¿Qué pasaría ahora si los tipos de interés de mercado –euribor- comenzaran a aumentar pausada pero significativamente?: que muchos españoles hipotecados hasta las cejas tendrían dificultades para pagar las mensualidades por las hipotecas a interés variable; algunos perderían sus pisos, los más disminuirían su consumo y la morosidad de los bancos y cajas aumentaría. Ello provocaría una disminución del consumo –y por ende, de la demanda agregada- por dos motivos: porque los españoles restringirían el consumo ante el aumento de su hipoteca y porque los bancos y cajas restringirían algo el crédito hipotecario por un deber elemental de prudencia en la gestión y reasignación de activos. Conclusión: menor consumo y menor demanda agregada (consumo más inversión pública y privada más gasto público más exportaciones netas).
Sumemos. Si a la restricción del crecimiento como consecuencia del déficit comercial -y por tanto de la exportaciones netas (exportaciones menos importaciones)- le sumamos el parón del consumo, tenemos que dos de las cuatro componentes de la demanda agregada van a ver minorado su papel en su contribución al crecimiento. Por muy neoliberal que se sea, no se puede negar que si la demanda agregada en términos reales (descontada inflación) de un año es inferior al del año anterior, se pone en marcha el mecanismo desmultiplicador keynesiano/kaleckiano, y ello supone recesión y aumento del paro. Y no va a ser fácil combatir ambas situaciones. Por un lado, el crédito hipotecario ya está concedido y los niveles de endeudamiento relativos no van a bajar ni a corto ni a medio plazo; por otro lado, decir que de los mecanismos que permiten mejorar la balanza comercial tales como el aumento de la productividad y/o el aumento de las exportaciones sólo puede operar el primero a medio plazo por más inversiones en I+D que se pongan por medio y que es dependiente de la coyuntura internacional el segundo, coyuntura muy deteriorada por el aumento de los precios del petróleo con motivo de la guerra que nos han montado el trío de las Azores. Ahora el precio del petróleo ha bajado de los 50$, pero se corre peligro de que no logre estabilizarse por el factor de inestabilidad que ha supuesto la reelección del Sr. Bush ¿Cómo se comportará el nuevo equipo del presidente USA? ¿Seguirán con sus pretensiones de atacar Irán? ¿Cómo acabarán con lo de Iraq después de lo de Faluya: con las elecciones previstas o se convertirá en un nuevo Vietnam? La dimisión del Secretario de Estado, Colin Powell, no augura nada bueno. El que coyunturalmente el consumo y la construcción tiren de la demanda agregada y el que haya mejorado las inversiones del exterior no puede cegarnos sobre la existencia de estas dos bombas de relojería a medio plazo con que nos regalaron los Sres. Aznar y Rato. Ahora toca a otros desactivarlas, impedir una disminución de la demanda agregada llegado el momento, cuadrar el presupuesto en el ciclo y mejorar la balanza comercial, además de dar soluciones razonables a los problemas que se han planteado en la primera parte de este artículo.
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