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Antonio Mora Plaza
economista
Madrid, 18 de octubre de 2004
El Sr. Rodrigo Rato ha escrito en el diario EL PAÍS un artículo (14-10-2004) en su calidad de nuevo director gerente del Fondo Monetario Internacional del que, al menos en un 70% u 80% de sus consideraciones, difícilmente se puede estar en desacuerdo. Del otro 30% o 20% restante son más discutibles, aunque más por que lo que omite que por lo que expresa. El problema del artículo no es su contenido, sino su firma, la del Sr. Rato. Dice el nuevo director gerente de este organismo, del que se cumple el 60 aniversario, que “estamos acosados por imágenes de terror y guerra”, lo cual es cierto. Frente al terror o terrorismo, el Sr. Bush ha respondido con la guerra y la consecuencia es que, desde la invasión, ocupación y destrucción de Irak, ha aumentado el terrorismo en el mundo y, de paso, el terrorismo de Estado de Sharon, el premier israelí. Una Comisión –una más- nombrada por el propio Bush ya ha dicho que ni armas de destrucción masiva ni conexión con Al Qaeda en Irak antes de la invasión. El Sr. Rato parece lamentar la guerra como cualquier mortal, pero ocurre que él era Ministro de Economía y Vicepresidente cuando su jefe, el Sr. Aznar, Presidente de Gobierno, apoyó y aprobó la invasión de Irak en el Consejo de Seguridad junto con Blair (Reino Unido) y Bush (EE.UU.) y con los otros 11 países en contra de los 14 del Consejo. Después se fue a las Azores para fotografiarse con los otros 2 compañeros de viaje y el Sr. Barroso de Portugal, que ponía manteles y viandas, y decidieron atacar Irak, en un acto manifiestamente ilegal porque sólo el propio Consejo de Seguridad –y no 3 de sus miembros- está legitimado para interpretar sus resoluciones anteriores. Los Sres. Bush, Blair yAznar dieron un golpe de Estado a la legalidad internacional como cualquier estudiante de Derecho Internacional sabe. Además, y para completar la tarea, aquí en nuestra España, el Sr. Aznar se saltó el artículo 63.1 de la Constitución al envío de tropas y pertrechos sin ser aprobadas por el Parlamento y ser refrendadas por el Rey bajo el subterfugio lingüístico de llamarlo “ayuda humanitaria”. El Sr. Rato, además de lamentar las guerras, tuvo en sus manos hacer algo más: dimitir por una de ellas. Pues no, siguió como ministros en el gobierno del Sr. Aznar.
El Sr. Rato dice en otro lugar del artículo que “Estados Unidos debe dar pasos para reducir su déficit presupuestario en el mediano plazo”. El Sr. Rato tiene toda la razón, porque el Sr. Bush, desde que es Presidente de los USA, ha pasado de un superávit de 127.000 millones de dólares que le dejó el demócrata Clinton a un déficit de 422.000 millones de dólares. Una situación insostenible, incluso para la primera potencia económica del mundo. Ya ha subido el Sr. Greespan el tipo de interés básico de la Reserva Federal que preside y más aún lo tendrá que subir por el brutal aumento de la deuda pública necesaria para financiar tan brutal déficit y, dicho sea de paso, por el también déficit exterior. Además será una carga para los presupuestos futuros por las amortizaciones correspondientes y el pago de los intereses. El déficit no sale gratis. Pero, díganos Sr. Rato ¿cómo pensaba que el Sr. Bush iba a financiar su guerra y ocupación de Irak? ¿Acaso pensaba el Sr. Rato que lo iba hacer a costa de las subvenciones a la agricultura estadounidense, superior a todo el presupuesto de la PAC europea? ¿Acaso reduciendo los presupuestos a la Educación o a la Sanidad, escasos y deficientes ambos para una población de 291 millones de habitante? ¿Acaso subiendo los impuestos cuando ganó las elecciones prometiendo que los iba a bajar, cosa que hizo con los dividendos, es decir, con los más ricos? Ahora, Sr. Rato, tiene usted la oportunidad y la cercanía, allí en Washington, de susurrarle al Sr. Bush –si es que gana de nuevo las elecciones- de cómo arreglar el déficit, además de seguir apoyándole en la guerra causante del déficit. No puedo imaginar la contestación del Sr. Bush. No obstante, yo no insistiría mucho con lo del déficit cero que los neoliberales defienden como el padre Ripalda defendía el catolicismo carpetovetónico en su catecismo, porque si se entera de que usted y su gobierno han tenido dificultades para encajar las deudas del GIF, RENFE, AENA, TVE, avales con Argentina, deuda reconocida y no pagada con Andalucía, subvenciones a IZAR a sabiendas que se son ilegales, etc. en los presupuestos que presentaba año tras año su gobierno, podría llegar a la conclusión que lo del déficit cero era una milonga, una mentirijilla piadosa (piadosa por lo del padre Ripalda). Pero no se preocupe, porque estoy seguro que en cuestiones de mentiras el Sr. Bush sabrá ser comprensivo: el mismo es un experto.
Más adelante el Sr. Rato habla del envejecimiento de la población y parece insinuar que, para América del Norte, Eurozona y Japón, la solución sería la inmigración al hablar de “colchón de afluencia”. Yo estoy de acuerdo con el Sr. Rato, pero eso se contradice con las 3 leyes sobre inmigración que sacó su gobierno cuando era vicepresidente, leyes cada vez más restrictivas, hasta hacer depender el derecho de residencia a un contrato previo de trabajo y con el problema de haber dejado a más de 600.000 inmigrantes trabajando sin contrato, sin cotizar y sin derecho de residencia. Un legado de su gobierno al actual. Ha tenido que cambiar el gobierno para que los hijos de los inmigrantes tengan derecho a la sanidad, a la escolarización y al derecho de arraigo para las parejas de hecho con ciertas condiciones. Esperemos que su experiencia en el gobierno de España le haya enseñado lo que no hay que hacer para no pinchar ese “colchón de afluencia” del que usted habla.
En la última parte del artículo, el Sr. Rato se vuelve sensible con la pobreza al imaginarla allá, en Washington, y dice que “la pobreza también amenaza la estabilidad económica. A pesar de todos los éxitos de las últimas décadas, sigue siendo una realidad que el 20% de la población mundial todavía vive con menos de un dólar al día”. Estoy de acuerdo con el Sr. Rato y es un hecho lamentable y dramático que con el déficit del Sr. Bush se acabaría con el hambre en décadas. Ocurre, Sr. Rato, que su gobierno no cumplió ni de lejos los compromisos de ayuda al desarrollo del 0,7% cuando usted era ministro de Economía. Ha tenido que cambiar el gobierno para aumentar la participación y el compromiso del Sr. Zapatero de llegar al 0,5% al final de esta legislatura. No es aún totalmente satisfactorio, pero se ha avanzado y habrá que otorgarle el beneficio de la duda. Está bien lamentarse por la pobreza, Sr. Rato, pero ¡mira que dejar la oportunidad de ahorrarse lamentos y hacer más, Sr. Rato! ¡Y mira que deprime lamentarse!
Todos tenemos un margen de maniobra para cambiar las cosas. El Sr. Rato es, de los mortales, uno de los de mayor margen. Ahora puede hacer algo por acabar guerras injustas, reducir déficits exagerados, mitigar sufrimientos de emigrantes y ayudar al desarrollo. Esperemos que cuando el Sr. Rato deje la gerencia del FMI porque venza su mandato o lo destituyan –cosa que ni deseo ni dejo de desear-, deje de lamentarse por guerras, déficits, migraciones y subdesarrollos de este mundo mientras escribe sesudas reflexiones sobre sus causas y consecuencias. Cuando se ha hecho lo posible no caben lamentos por lo imposible.
Suerte, Sr. Rato.
Antonio Mora Plaza
economista
Madrid, 18 de octubre de 2004
El Sr. Rodrigo Rato ha escrito en el diario EL PAÍS un artículo (14-10-2004) en su calidad de nuevo director gerente del Fondo Monetario Internacional del que, al menos en un 70% u 80% de sus consideraciones, difícilmente se puede estar en desacuerdo. Del otro 30% o 20% restante son más discutibles, aunque más por que lo que omite que por lo que expresa. El problema del artículo no es su contenido, sino su firma, la del Sr. Rato. Dice el nuevo director gerente de este organismo, del que se cumple el 60 aniversario, que “estamos acosados por imágenes de terror y guerra”, lo cual es cierto. Frente al terror o terrorismo, el Sr. Bush ha respondido con la guerra y la consecuencia es que, desde la invasión, ocupación y destrucción de Irak, ha aumentado el terrorismo en el mundo y, de paso, el terrorismo de Estado de Sharon, el premier israelí. Una Comisión –una más- nombrada por el propio Bush ya ha dicho que ni armas de destrucción masiva ni conexión con Al Qaeda en Irak antes de la invasión. El Sr. Rato parece lamentar la guerra como cualquier mortal, pero ocurre que él era Ministro de Economía y Vicepresidente cuando su jefe, el Sr. Aznar, Presidente de Gobierno, apoyó y aprobó la invasión de Irak en el Consejo de Seguridad junto con Blair (Reino Unido) y Bush (EE.UU.) y con los otros 11 países en contra de los 14 del Consejo. Después se fue a las Azores para fotografiarse con los otros 2 compañeros de viaje y el Sr. Barroso de Portugal, que ponía manteles y viandas, y decidieron atacar Irak, en un acto manifiestamente ilegal porque sólo el propio Consejo de Seguridad –y no 3 de sus miembros- está legitimado para interpretar sus resoluciones anteriores. Los Sres. Bush, Blair yAznar dieron un golpe de Estado a la legalidad internacional como cualquier estudiante de Derecho Internacional sabe. Además, y para completar la tarea, aquí en nuestra España, el Sr. Aznar se saltó el artículo 63.1 de la Constitución al envío de tropas y pertrechos sin ser aprobadas por el Parlamento y ser refrendadas por el Rey bajo el subterfugio lingüístico de llamarlo “ayuda humanitaria”. El Sr. Rato, además de lamentar las guerras, tuvo en sus manos hacer algo más: dimitir por una de ellas. Pues no, siguió como ministros en el gobierno del Sr. Aznar.
El Sr. Rato dice en otro lugar del artículo que “Estados Unidos debe dar pasos para reducir su déficit presupuestario en el mediano plazo”. El Sr. Rato tiene toda la razón, porque el Sr. Bush, desde que es Presidente de los USA, ha pasado de un superávit de 127.000 millones de dólares que le dejó el demócrata Clinton a un déficit de 422.000 millones de dólares. Una situación insostenible, incluso para la primera potencia económica del mundo. Ya ha subido el Sr. Greespan el tipo de interés básico de la Reserva Federal que preside y más aún lo tendrá que subir por el brutal aumento de la deuda pública necesaria para financiar tan brutal déficit y, dicho sea de paso, por el también déficit exterior. Además será una carga para los presupuestos futuros por las amortizaciones correspondientes y el pago de los intereses. El déficit no sale gratis. Pero, díganos Sr. Rato ¿cómo pensaba que el Sr. Bush iba a financiar su guerra y ocupación de Irak? ¿Acaso pensaba el Sr. Rato que lo iba hacer a costa de las subvenciones a la agricultura estadounidense, superior a todo el presupuesto de la PAC europea? ¿Acaso reduciendo los presupuestos a la Educación o a la Sanidad, escasos y deficientes ambos para una población de 291 millones de habitante? ¿Acaso subiendo los impuestos cuando ganó las elecciones prometiendo que los iba a bajar, cosa que hizo con los dividendos, es decir, con los más ricos? Ahora, Sr. Rato, tiene usted la oportunidad y la cercanía, allí en Washington, de susurrarle al Sr. Bush –si es que gana de nuevo las elecciones- de cómo arreglar el déficit, además de seguir apoyándole en la guerra causante del déficit. No puedo imaginar la contestación del Sr. Bush. No obstante, yo no insistiría mucho con lo del déficit cero que los neoliberales defienden como el padre Ripalda defendía el catolicismo carpetovetónico en su catecismo, porque si se entera de que usted y su gobierno han tenido dificultades para encajar las deudas del GIF, RENFE, AENA, TVE, avales con Argentina, deuda reconocida y no pagada con Andalucía, subvenciones a IZAR a sabiendas que se son ilegales, etc. en los presupuestos que presentaba año tras año su gobierno, podría llegar a la conclusión que lo del déficit cero era una milonga, una mentirijilla piadosa (piadosa por lo del padre Ripalda). Pero no se preocupe, porque estoy seguro que en cuestiones de mentiras el Sr. Bush sabrá ser comprensivo: el mismo es un experto.
Más adelante el Sr. Rato habla del envejecimiento de la población y parece insinuar que, para América del Norte, Eurozona y Japón, la solución sería la inmigración al hablar de “colchón de afluencia”. Yo estoy de acuerdo con el Sr. Rato, pero eso se contradice con las 3 leyes sobre inmigración que sacó su gobierno cuando era vicepresidente, leyes cada vez más restrictivas, hasta hacer depender el derecho de residencia a un contrato previo de trabajo y con el problema de haber dejado a más de 600.000 inmigrantes trabajando sin contrato, sin cotizar y sin derecho de residencia. Un legado de su gobierno al actual. Ha tenido que cambiar el gobierno para que los hijos de los inmigrantes tengan derecho a la sanidad, a la escolarización y al derecho de arraigo para las parejas de hecho con ciertas condiciones. Esperemos que su experiencia en el gobierno de España le haya enseñado lo que no hay que hacer para no pinchar ese “colchón de afluencia” del que usted habla.
En la última parte del artículo, el Sr. Rato se vuelve sensible con la pobreza al imaginarla allá, en Washington, y dice que “la pobreza también amenaza la estabilidad económica. A pesar de todos los éxitos de las últimas décadas, sigue siendo una realidad que el 20% de la población mundial todavía vive con menos de un dólar al día”. Estoy de acuerdo con el Sr. Rato y es un hecho lamentable y dramático que con el déficit del Sr. Bush se acabaría con el hambre en décadas. Ocurre, Sr. Rato, que su gobierno no cumplió ni de lejos los compromisos de ayuda al desarrollo del 0,7% cuando usted era ministro de Economía. Ha tenido que cambiar el gobierno para aumentar la participación y el compromiso del Sr. Zapatero de llegar al 0,5% al final de esta legislatura. No es aún totalmente satisfactorio, pero se ha avanzado y habrá que otorgarle el beneficio de la duda. Está bien lamentarse por la pobreza, Sr. Rato, pero ¡mira que dejar la oportunidad de ahorrarse lamentos y hacer más, Sr. Rato! ¡Y mira que deprime lamentarse!
Todos tenemos un margen de maniobra para cambiar las cosas. El Sr. Rato es, de los mortales, uno de los de mayor margen. Ahora puede hacer algo por acabar guerras injustas, reducir déficits exagerados, mitigar sufrimientos de emigrantes y ayudar al desarrollo. Esperemos que cuando el Sr. Rato deje la gerencia del FMI porque venza su mandato o lo destituyan –cosa que ni deseo ni dejo de desear-, deje de lamentarse por guerras, déficits, migraciones y subdesarrollos de este mundo mientras escribe sesudas reflexiones sobre sus causas y consecuencias. Cuando se ha hecho lo posible no caben lamentos por lo imposible.
Suerte, Sr. Rato.
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