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Un sumerio y un acadio han ido a la cárcel hace 18 siglos: el primero es un farmacéutico acusado de robo; el acadio, un noble acusado de conspirar contra el Emperador. Un día el acadio oye: “Carceleros, respondéis con vuestras vidas del cumplimiento de sus condenas y también de sus vidas”. El acadio se lo comenta al sumerio. El sumerio medita y, de pronto, se le ilumina la cara, sonríe, coge una bolsita de los bolsillos de su levita, toma su contenido, escribe una nota y cae aparentemente muerto. El acadio llama al carcelero y éste encuentra la nota al sumerio que dice: “Sé dónde está el antídoto; apenas tenemos un atardecer. Sacadme de aquí o moriré y moriréis, carceleros”.
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Antonio Mora Plaza
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Un sumerio y un acadio han ido a la cárcel hace 18 siglos: el primero es un farmacéutico acusado de robo; el acadio, un noble acusado de conspirar contra el Emperador. Un día el acadio oye: “Carceleros, respondéis con vuestras vidas del cumplimiento de sus condenas y también de sus vidas”. El acadio se lo comenta al sumerio. El sumerio medita y, de pronto, se le ilumina la cara, sonríe, coge una bolsita de los bolsillos de su levita, toma su contenido, escribe una nota y cae aparentemente muerto. El acadio llama al carcelero y éste encuentra la nota al sumerio que dice: “Sé dónde está el antídoto; apenas tenemos un atardecer. Sacadme de aquí o moriré y moriréis, carceleros”.
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Antonio Mora Plaza
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Madrid, 25 de agosto de 2008
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