22 nov 2010

Las gemelas en la Casa Grande

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Antonio Mora Plaza

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- Mira Valentina que casa tan enorme sale en este libro. Está llena de ventanas pintadas de colores. ¡Y qué altura! No he visto cosa igual. Me gustaría visitarla, ¿no te parece? -preguntó Laurita mientras Valentina jugaba a las palmas con la gata Zinga-.

- ¿Qué libro es ese? -preguntó a su vez Valentina mientras dirigía su vista al libro que Laurita sostenía con esfuerzo entre sus dos manos y sus piernas-.

- No lo sé porque está escrito en otro idioma, pero está lleno de estampas. Aparece una chica muy guapa con un vestido como de volantes; también un señor un poco raro porque siempre está entre sombras y no se le ve la cara. Parece siempre encogido. ¡Anímate y vamos a visitar esa casa y llevamos a nuestras amigas Zinga y a la rana Ojazos que estarán por ahí. Patucas está conmigo y dice con la cabeza que quiere venir -dijo Laurita entusiasmada-.

- Parece que no le tienes miedo a nada, porque ignoramos qué sucede en esa casa y no podemos saberlo porque está escrito en otro idioma, pero el dibujo del chico no me da buena espina -le contestó Valentina mientras se quedó pensando en la expresión buena espina-.

- ¡Pero Valentina, si fuera malo el señor oscuro no estaría siempre tan sonriente la chica! Además sabemos el nombre de la chica porque está escrito en nuestro idioma: se llama Esmeralda. Yo aquí me aburro y si sigo así me vendrá las ganas de volver con nuestros padres aunque no sepamos si viven.

- Si volvemos envejeceremos -le advirtió Valentina a su hermana-

- Pero si no hacemos nada, todo será siempre igual y al menos si envejecemos, cambiamos y eso también es entretenido -contestó Laurita como sorprendida por su propio descubrimiento-.

- Yo no quiero envejecer porque luego ya sabes lo que pasa -dijo Valentina-.

- Y yo no quiero aburrirme -replicó Laurita-.

- Está bien, Laurita, pero mucha prudencia.

- Vale, tú pon la prudencia y yo pondré la aventura -de nuevo insistió Laurita y ambas rieron-.

Entonces formaron un círculo las gemelas y sus amigas, pusieron las manos sobre el libro, cerraron los ojos y se cogieron de las manos. De pronto las gemelas, Zinga, Ojazos y Patucas aparecieron en una explanada grande, rodeada de dos ríos y una inmensa casa grande enfrente con tres entradas a falta de una.

- ¡Oh, qué hermosura de edificio! Es más bello que en las estampas. ¡Seguro que dentro correremos alguna aventura que podamos escribir en nuestros diarios! Mira, Valentina, tiene muchas estatuas pegadas a la pared -dijo Laurita casi chillando-.

- Antes de entrar creo que debemos dar una vuelta al edificio para saber cómo es por fuera -replicó Valentina a su hermana como para mitigar los deseos temerarios de su hermana-.

- ¿Y porque sepamos cómo es por fuera sabremos cómo es por dentro?

- Tienes razón, Laurita, pero aún así me daré una vuelta. Espérame en la puerta de en medio sentada debajo de esos arcos... ojivales.

- ¿Ojivales? En mi vida he oído esa palabra -le dijo Laurita a su hermana mientras ambas se dirigían con sus amigas a la puerta principal -.

- Yo tampoco, pero ya sabes que a veces nos vienen palabras que nunca hemos oído o que no nos acordamos haberlas oído -se justificó Valentina-.

Y cuando las gemelas y sus amigas estuvieron en la puerta, Valentina se fue para ver el exterior del inmenso edificio. Laurita y sus amigas se sentaron a la entrada de la puerta principal, pero dejando libre la entrada. Al otro lado de ella había un señor sentado, envuelto en una capa enorme y raída, con un plato en el suelo con algunas monedas. Ocultaba su rostro tras unas gafas raras para la época. Es decir, rara para la época de las gemelas. Esperaron un buen rato y comprobaron Laurita y sus amigas que al entrar de tarde en tarde alguna que otra persona le dejaban alguna moneda en el plato, el cual hacía mucho ruido al contacto de las monedas. Laurita, que no podía guardar silencio, le preguntó al pedigüeño.

- ¿Es usted pobre?

El pedigüeño le contestó algo molesto.

- Sí, yo lo soy.

- Yo no tengo monedas, pero le puedo dar algún bocadillo porque hemos traído muchos y no pensamos estar más de una semana. De donde yo vengo no necesitamos dinero para vivir.

- ¿Hemos? ¿Es que viene alguien más contigo? ¿Quién os manda? -preguntó el mendigo-.

- ¿Qué pregunta tan extraña es la última, señor mendigo? Nadie, porque no estamos con nuestros padres y no vamos ahora a la escuela porque es vacaciones. Nadie nos puede mandar. Venimos de la Cueva de los Sueños, donde los deseos casi siempre se hacen realidad. También la llamamos Cueva de los Espejos porque las paredes están hechas de espejos de diferentes colores. Entramos en ella cerrando los ojos porque no tiene puerta de entrada ni de salida. ¿Le pasa algo en la garganta porque yo le entiendo, pero habla como cuando mi padre estaba constipado y no se le entendía bien? Para eso también hemos traído algún remedio -le contestó Laurita queriendo agradar-.

- Querida niña, no siempre las cosas son lo que parecen, pero lo que tú dices es muy extraño. Has de saber que no es conveniente hablar con desconocidos. Aún así, creo que dices lo que crees que es la verdad.

- Es la verdad, yo nunca miento -replicó Laurita enfadada-.

Se quedó pensativo el mendigo y a los pocos segundos contestó.

- Respeto tu verdad porque es tuya, no porque sea posible. Ahora dejemos la charla que si hablamos los devotos de la Señora no se mostrarán generosos.

Laurita calló y pensó para sí: “es un mendigo, pero habla como mi profesor de Lengua. ¿Quién es esa señora y qué es un devoto? Este señor dice también palabras extrañas como mi hermana”. Guardaron todos silencio y cuando hubo pasado un largo tiempo volvió Valentina.

- Ya sé lo que es esto, Laurita, aunque no me puedo acordar su nombre. Todo está rodeado por dos ríos que en realidad es uno. El edificio por detrás parece en obras porque está sujeto por vigas inclinadas. Estamos como en una isla.

Al oír a Valentina el mendigo se echó a reír. Valentina le miró y el mendigo calló la risa, pero le dijo a Valentina.

- No está en obras, pequeña, es que esas columnas inclinadas, que se llaman arbotantes, sujetan las paredes. No se puede negar que sois hermanas porque os parecéis como una gota de agua a otra. Sin embargo, lo de los dos ríos que en realidad es uno es una buena observación, lo que demuestra que tienes dotes de observación. Eso es bueno, porque si vais a entrar lo necesitaréis. Tener cuidado, porque las cosas no son lo que parecen y ahí dentro lo son menos.

Pero mientras esto decía el mendigo, Valentina observaba las tres puertas de la entrada y esto comentaba.

- Curioso. Hay siete puentes que unen esta isla con el resto de la ciudad y esta puerta de en medio tiene siete arcos; hay también cinco puertas en este edificio y los arcos de las entradas de los lados tienen cinco arcos. ¿Esto es una casualidad?

- No sé quienes sois porque no podéis ser quienes decís quienes sois, pero ahí dentro hay más que casualidades. Deberíais volver a la cueva esa de vuestros sueños. Mejor con vuestros padres, que os estarán esperando -dijo el mendigo-.

- Tú tampoco pareces un mendigo, pero hemos venido hasta aquí para ver esta casa y no nos iremos sin verla -replicó Valentina mirando a su hermana-.

- Catedral, pequeñas, es una catedral y estáis en Paris, como debéis saber .

- No lo sabíamos -dijo Laurita irguiéndose y atusándose la falda-.

- Olvidaros de la Señora -dijo el mendigo mientras agachaba la cara como para iniciar un sueño-.

- ¿Quién será esa señora, Valentina?

- Quizá esté dentro del edificio -dijo pensativa Valentina-.

- Entremos pues.

- Hoy es ya es tarde. Mejor regresamos a casa y volvemos mañana de la misma forma que hemos venido. ¿Te parece, Laurita?

Y Laurita asintió con la cabeza, aunque de mala gana. Cenaron ya en casa. Y al día siguiente volvieron a la catedral porque Valentina no pudo convencer a Laurita de los peligroso que podría ser. El Sol se estaba poniendo, pero por esa razón se le veía más grande. Llovía intermitentemente. Una vez al pie de la fachada de las tres puertas, Valentina, que tenía ojos de lince, le dijo a su hermana.

- No mires hacia arriba, pero alguien nos observa desde arriba y no puedo ver quién es. Además, parece que nos echara agua -dijo Valentina a Laurita en un último intento de disuadirla de entrar-.

- Claro, es que llueve -replicó Laurita-.

- Sí, pero en las esquinas parece que cayera a chorros, Laurita.

- Más razón para entrar, ¿no te parece hermana?

Y ambas entraron con Zinga, Patucas y Ojazos. Lo que vieron les deslumbró. Era una nave larguísima, altísima y llena de columnas. Había también bancos para sentarse y al fondo una especie de mesa de mármol con una escultura y una cruz. Toda la nave -las naves, porque eran tres paralelas- estaban iluminada desde múltiples lugares y los reflejos eran infinitos y con infinitas también combinaciones de colores.

- Mira Valentina a lo alto. Qué colores llegan de arriba, de esas ventanas. Están como pintadas.

- Sí. Hay como tres pisos y el de en medio está lleno de balcones. Yo tengo la sensación de que nos vigilan -dijo Valentina algo miedosa-

- ¿A nosotras? ¿Para qué? Somos dos niñas que no hacemos mal a nadie ni podemos dar esa impresión. Tampoco llevamos nada valioso -replicó Laurita para dar ánimos a Valentina-.

- Laurita, eres muy inocente. Tienes razón, pero hay gente que puede hacer el mal sin razón, o con razones que nosotras no podemos entender. Las personas mayores tienen otras razones y buscan cosas que nosotras no comprendemos porque no se divierten jugando. Quizá es que les sobra tiempo, aunque siempre aparentan estar ocupadas.

- Sí, tienes razón. Se aburren porque no tienen curiosidad y siempre hacen las mismas cosas. Ni siquiera nuestros padres eran como nosotras. Siempre decían que no tenían tiempo y cuando lo tenían no tenían ganas de hacer nada -dijo esto Laurita al mismo tiempo que habían llegado a una estatua que les llamó la atención-.

- Mira Laurita, qué me dices de esta estatua que en realidad son dos.

- Pues es una señora con su hijo en brazos. Veo que tiene una gran corona y le mira. No se le ven los ojos y sin embargo parece que le mira. Eso resulta extraño.

- Muy bien observado, Laurita. Desde luego la corona es enorme, pero yo me he fijado en dos cosas más. Las cejas parece como si no fueran suyas, como las de esas señoras que se las pintan por encima de las suyas -observó Valentina-.

- Tienes razón, Valentina, y pasa lo mismo con la mirada, porque como es una estatua sin colores no podemos saber cómo tenía en realidad los ojos la señora. ¿Seguimos, hermana?

- Espera, que hay algo más. ¿Qué edad dirías que tiene el niño? -preguntó Valentina a su hermana mesándose el cabello-.

- ¡Atiza, es verdad! El niño visto sólo parece de más de cinco años, pero por el tamaño debería ser más pequeño -contestó asombrada Laurita-.

- Además ni siquiera nuestra madre, que era muy fuerte, nos podía subir así en brazos a esa edad.

- Quizá es que el que hizo la estatua no tenía niños -dijo Laurita y ambas hermanas se rieron a gusto de la ocurrencia. Pero la risa se les cortó de raíz cuando algo cayó de lo alto entre la estatua y las dos hermanas y produjo un sonido terrible, con un eco que parecía no acabarse nunca.

- ¡Vaya susto! ¿Cómo habrán colocado esa piedra o lo que sea para que se cayera? -dijo Laurita-.

- No sabemos, hermana, si se ha caído o la han tirado. Se ha hecho añicos.

- ¿Qué significa añicos, Valentina?

- No lo sé, pero me ha salido la palabra sin querer, sin pensar. Pero ahora eso no importa. Creo que deberíamos salir de esta catedral o lo que sea.

- Valentina, siempre piensas que nos van a hacer daño. Ha sido un accidente. Mira, vayamos pegadas a los muros y columnas y así, si cae algo, no nos dará. Estos sitios antiguos a veces se desmoronan.

- ¿Desmoronan? Ahora eres tú la que dices cosas raras -dijo Valentina y ambas volvieron a reírse a pesar del susto-.

La curiosidad pudo más que el miedo y siguieron avanzando por el interior de la catedral pegadas a columnas y paredes. Y cuando llegaron a una zona que ponía “Tránsito”, Valentina se paró y le dijo a su hermana.

- Mira Laurita, ahí están las otras dos entradas que vi por fuera.

- Sí, son iguales, pero son distintas. A mí me gusta la de ahí -dijo Laurita señalando la de la entrada derecha según se entra a la catedral por la entrada principal-. La otra es más sosa, como si no hubieran tenido tiempo de acabarla.

- Bien observado, Laurita, pero a mí hay algo que no me cuadra. Ya sé que es rara la palabra. Tú has dicho que son iguales, pero yo juraría que no lo son. Voy a contar la distancia de un lado y otro -dijo Valentina dirigiéndose primero al lado derecho de la nave donde estaba la entrada secundaria derecha; luego hizo lo mismo con el lado izquierdo. Mientras tanto Laurita seguía extasiada con las vidrieras que ella llamaba ventanas coloreadas porque ni había visto nunca una igual, ni nadie le había dicho que así se llamaban. Terminada la comprobación de la distancia, volvió Valentina toda ufana.

- Tenía yo razón. El lado derecho es medio paso más ancho que el izquierdo. Lo he contado dos veces. ¡Es increíble que se equivocaran los que hicieron este edificio! Si hubieran utilizado escuadra, cartabón y compás como hacemos nosotras en el colegio no habría pasado -dijo Valentina como cabreada-.

Entonces Laurita, que se había sentado en el suelo a pesar de lo frío que estaba, pensó como en voz alta.

- Y sin embargo desde donde está la mesa de la estatua y la cruz se ve tan recta. Porque si eso fuera así, debería estar torcida toda la nave. Sí, se llama nave porque lo he leído en un cartel que ponía “nave principal”. A lo mejor te has equivocado al contar los pasos, Valentina.

- Podría ser -replicó Valentina-. Ambas siguieron recorriendo las naves, observando las estatuas una por una y cuando hubieron examinado todas, dijo Laurita.

- Son bonitas, pero se repiten un poco, ¿no crees, hermana?

Pero Valentina seguía absorta pensando en lo de la distancia de la llamemos nave trasversal. No se había quedado satisfecha porque estaba segura que había contado los pasos bien y daba la razón a su hermana: la nave principal se veía recta, recta. De pronto se le iluminó la cara.

- Hay otra posible explicación, Laurita.

- Sigues con lo de antes.

- Sí. Puede ocurrir también que las distancias entre columnas de un lado de la nave no sean las mismas que las del otro lado.

- Puede ser, Valentina, pero olvida eso y mira tantas cosas bonitas que cada vez entra menos luz natural por las vidrieras.

- Lo mejor sería irnos y si acaso volver otro día -dijo Valentina-. Laurita asintió con la cabeza porque veía a su hermana algo nerviosa porque aún no se le había pasado el susto de la piedra -o lo que fuera- que cayó tan cerca de éllas. Pero cuando se dirigieron a la puerta, la puerta estaba cerrada.

- ¡Vaya, ahora no podemos salir! Tendremos que pasar la noche en esta casa tan grande. ¿No tienes miedo, Laurita?

- No, lo que tengo es frío y hambre. Nos sentamos y comemos en esos asientos de madera tan bonitos que están en mitad de la nave y que ponía “sillería”. ¿Te parece?

Asintió ahora Valentina también, se sentaron y comieron un bocadillo. Llevaban siempre varios en sus mochilas porque lo que no les gustaba por encima de todo era pasar hambre. Llevaban un rato comiendo y bebiendo agua entre bocado y bocado cuando una voz proveniente de no se sabe dónde dijo.

- Queridas niñas, tengo hambre. ¿Podrías darme de comer? No os haré ningún daño. Soy el guardián de la catedral, pero hoy no tengo nada para comer.

El susto fue morrocotudo y se levantaron las gemelas en un santiamén. Pasaron unos segundos y se hizo el silencio. Nadie aparecía y, sin embargo, observaron o creyeron ver alguna sombra en el segundo piso, ese que decía Laurita que era como de balcones. No hablaron las hermanas muertas de miedo. De nuevo se oyó la voz. Era grave y producía un eco casi insoportable.

- Sé que tenéis miedo, pero nada os haré. Sólo tengo hambre. Tampoco quiero que me veáis. Dejad algo de comida en el altar principal, yo lo cogeré y me iré.

Recuperadas del susto, Laurita, más entonada que su hermana, preguntó.

- ¿Dónde está eso que dices que es el altar principal?

- Habéis pasado por él. Está a vuestra derecha al fondo. Hay una estatua y una cruz. Yo aún estoy en el segundo piso. Podéis ver la luz de una candela. Permaneceré aquí hasta que depositéis en el altar la comida y luego bajaré. Iré por detrás del altar y desapareceré -dijo la voz-.

- Eso haremos. Pero quiero haceros una pregunta: ¿Cómo es que sois el guardián de la catedral y no tenéis para comer? Yo no guardaría nada de los demás si al menos no me dieran de comer -dijo Valentina mientras ambas se dirigían al altar principal.

- Tenéis razón en dudar. En realidad no soy el guardián, pero no por ello dejo de guardarla. Parece un contrasentido, pero es así. Quizá os lo pueda explicar algún día. Solo os adelanto que fue a causa del amor y la honra.

Y la voz calló. Las gemelas depositaron dos bocadillos y una botella de agua en el sitio convenido y se volvieron a la sillería donde estaban sentadas, pero en los dos últimos bancos del lado derecho, los más alejados del altar principal donde habían depositado la comida.

- Creo que tenías razón, Valentina. Debíamos habernos ido antes. Ahora hasta yo tengo miedo de pasar toda la noche aquí sin saber quién es este guardián que al final no es y que además no tiene para comer.

- Pues yo tengo ahora menos miedo que antes, porque nadie que quisiera hacernos daño se habría estado con tantos miramientos con nosotras. ¿Miramientos?, ¡vaya, palabra! -y tras esta reflexión continuó Valentina-. Había pensado en escondernos, pero si eso hacemos a lo mejor el que tiene miedo es el de la voz y se intenta defender. Mejor estar aquí a la vista. Además el de la voz debe conocer todos los escondites y si quisiera nos encontraría.

- Tienes razón. Además yo le he puesto doble ración de carne en los bocadillos y si tiene hambre se los comerá y seguro que se dormirá, como nos pasa a nosotras cuando comemos mucho.

De nuevo ambas rieron por lo del bocadillo, pero esta vez por lo bajo, para no molestar al de la voz. Y así pasaron unas horas. Nada pasaba, aunque las candelas encendidas por la noche y sin la luz del día atravesando las vidrieras daban múltiples sombras cambiantes y de tenues colores que hubieran asustado al más valiente. A veces se veía una luz más fuerte y de ello deducían las gemelas que ahí se encontraba el de la voz. Sin embargo, la luz nunca bajaba del piso de los balcones, aunque a veces subía más alto.

- Sabes Valentina que me intriga eso que ha dicho el de la voz de que está ahí por amor. La curiosidad me pica tanto que yo creo que deberíamos preguntárselo -dijo Laurita a la asombrada Valentina. Esta lo pensó y dijo a su hermana-.

- Creo que tienes razón. Así sabremos que sigue si sigue ahí arriba el de la voz. Claro que si no contesta puede ser porque se ha dormido o porque no quiere contestarnos. Pregúntale, Laurita.

Y eso hizo Laurita, pero no hubo contestación. Pero cuando habían pasado unos minutos, una bola de papel cayó desde el piso de los balcones. Tomaron la bola de papel, la estiraron y Valentina leyó lo que sigue.

Queridas niñas. Este lugar, como tantas catedrales y edificios suntuosos, es muy codiciado por los ladrones. En tiempos eran muy frecuentes los robos, bien por la codicia de los que ya tienen pero no les parece suficiente, bien por la necesidad de los que no tienen ni siquiera para el sustento. Entonces, los padres de los padres de los padres de los padres, y así no se sabe desde cuando, inventaron la leyenda de que en esta catedral hay un ser monstruoso que castiga a los ladrones. Yo soy el último guardián de la catedral, aunque no lo sea oficialmente. Sin embargo, yo soy un impostor. El último guardián no fue un hombre bueno. Para mantener la leyenda, los guardianes no podían ser vistos ni dentro ni fuera de la catedral: sólo sus sombras. Pero todo guardián ha de comer y beber. Al último guardián le traía comida todos los días una bella, bellísima joven llamada Esmeralda. El guardián quiso abusar de élla. Quizá no sepáis exactamente lo que quiere decir abusar, pero en definitiva quería hacerla daño. Ese día tuve la suerte -la desgracia para mí- de que la acompañara y cuando vi aquello me interpuse con tan mala suerte de que el guardián cayera desde este segundo piso y muriera. Nadie me conocía a mí, por lo que usurpé su identidad. Desde entonces me escondo aquí. Además, yo no soy un hombre corriente, sino que he participado en la revolución, soy un hombre público y me persigue El Tenebroso. Ese si es una mala persona. Si me cogiera no dudaría en matarme si pudiera. A veces entra en la catedral con algunos guardias de la República, pero nunca me han encontrado. Ha jurado hacerlo. Le podréis reconocer porque tiene un tic nervioso en el ojo derecho, es delgado y alto, muy alto. Se llama Fouché. Cuidado con él. Volved cuando queráis. Normalmente no tengo problemas con la comida, pero algunos acontecimientos me han impedido tenerla a mano. Más no os puedo contar porque sería peligroso para vosotras saber más. Volved con vuestros padres al amanecer cuando abran las puertas. Os deseo que la felicidad que a mi se me ha negado os llegue a vosotras y a los animalitos que os acompañan. Por cierto, destruir ese papel. Si os cogieran con él no volverías a ver a vuestros padres, os lo aseguro”.

Así acaba el papel que parecía una carta o la carta que parecía tan solo un papel.

- Todo parece claro, ¿no, Valentina? He anotado algunas palabras que no entiendo como suntuoso, sustento, usurpé, pero entiendo lo que dice. Nunca había pensado que pudiera entender un texto tanto largo sin saber el significado de algunas palabras. Bueno, no importa. Cuando abran las puertas nos vamos y todo se acabará. Al final ha sido una aventura, aunque no como esperábamos, pero siempre pasa lo mismo.

- Debo preguntarle algo al señor de la voz -dijo Valentina y casi chillando preguntó.

- Señor guardián, ¿quién era Esmeralda y que ha pasado con ella?

- Era y es mi hermana y está a salvo. Pero yo he inventado la leyenda que recogió un escritor francés famoso de que yo estaba enamorado de ella y ella de mi. Lo hice para protegerla, porque no es lo mismo para mis perseguidores buscar a una hermana que a una enamorada.

- ¿Algo más, Valentina?

- Nada más, Laurita, pero tenemos por lo menos un problema gordo: ¿Qué hacemos con el papel? Si salimos con él, puede que ese tal Fouché que busca al de la voz grave nos esté esperando; y si lo dejamos aquí en algún lugar, cuando entre ese tan malo lo puede encontrar y no sabemos lo que sabe el Fouché de el de la voz. A lo mejor se cree lo de la leyenda o a lo mejor no.

Quedose pensando Laurita. Pasaron unos minutos y dijo.

- Tengo la solución. Dame el último bocadillo que tienes en la mochila.

- ¿No pensarás comértelo con el papel de el de la voz? -dijo Valentina asustada-.

Cerró los ojos Valentina durante un rato porque no quería ver la ocurrencia de su hermana. Oyó un ruido como de un golpeo y aún así siguió con los ojos cerrados hasta que su hermana volvió con élla.

- Ya está, Valentina. Te digo cómo lo he solucionado.

- Prefiero no saberlo porque miedo me das.

- ¿Pero aún te queda miedo después de lo de esta noche? -dijo Laurita a Valentina y las dos se echaron a reír. ¿Cómo solucionó Laurita el dilema del papel? ¿Qué hizo con él? ¿Dónde lo escondió? Eso queda para la imaginación del lector… de momento.

Amaneció y la puertas se abrieron. Salieron de la catedral y cuando hubieron andado unos metros se dirigió con la cabeza Valentina a Laurita y le dijo bajando la voz.

- Has observado que está el mismo mendigo del día anterior.

- Sí, pero no te vuelvas que no tengo nada para darle -dijo Laurita a Valentina-.

- Ya, pero fíjate que ahora está de pie y puedes ver de reojo lo alto y delgado que es. Viene hacia nosotras.

- ¿Corremos, Valentina?

- Nos cogería porque tiene unas piernas muy largas. Además nosotras no hemos hecho nada.

De este modo llegó el supuesto mendigo a la altura de las gemelas, tiró su capa raída tras la cual tenía un traje rojizo como de militar. También se quitó las gafas y Laurita exclamó al verle de reojo.

- ¡Vaya tic nervioso que tiene en el ojo! ¡Igual que el Fouché ese que nos ha advertido el de la voz!

- ¡Alto, pequeñas! Me llamo Fouché y soy la máxima autoridad policial en Paris. No temáis, pero dadme todos los papeles que tengáis. No os quiero registrar, pero me acompaña una mujer que si lo hará. No quiero otra cosa que todos los papeles que tengáis. ¿Entendido?

- No hay inconveniente, máxima autoridad, aquí tienes nuestras mochilas. Puedes quedarte con ellas. Nosotras nos vamos -dijo Valentina cogiendo a la gata Zinga, mientras Laurita se metía a la araña Patucas en el bolsillo de la falda y sujetaba con una de las manos a la rana Ojazos-.

- No seáis tan atrevidas, pequeñas, porque de Paris sólo sale la gente que yo decido que salga. ¿Comprendido?

- Estás en un error, porque para entrar no os hemos necesitado, luego para salir tampoco. Creo que sois malo. Seguro que no tienes esposa ni niños, porque si los tuvieras habrías jugado con ellos, y los padres que juegan con sus hijos no pueden hacer mal a otros niños. Adiós -dijo Laurita con un atrevimiento que asombró una vez más a su hermana-.

Y las dos hermanas se tomaron de las manos ante el atónito Fouché, cerraron los ojos y volvieron a la Cueva de los Sueños.

- Una curiosidad, Laurita, ¿qué hiciste con el papel?

- Fácil. Cogí el papel de el de la voz, envolví el bocadillo que nos quedaba y lo tiré al balcón de donde salía a luz al principio. No pasaron más que un par de segundos cuando vi la sombra y la luz, y supuse que el de la voz lo había cogido. Con él es como mejor está, porque para descubrir el papel tendrán que cogerle a él también y entonces de nada servirá a sus raptores el dichoso papel. He dicho ¿raptores?: curiosa palabra. Creo que debemos volver a esa catedral para asegurarnos la comida de el de la voz -dijo Laurita a su hermana-.

- Ni hablar, yo no vuelve, porque si nos coge ese Fouché cualquiera sabe -le contestó Laurita-.

- Pues volvemos a hacer lo mismo, y esta vez no necesitaríamos esconder ningún papel porque ya nos sabemos la historia -dijo Laurita y ambas hermanas, junto con Zinga, Ojazos y Patucas, se echaron a reír en un sin parar-.

- Yo, de todas formas no vuelvo, y tú tampoco deberías.

- Yo tampoco, pero lo he dicho para ver qué decías.

- Lo que no sabemos es como se llamaba el de la voz, porque el papel no estaba firmado -dijo Laurita como lamentándose, pero sin dejar de reír-.

- Sí lo ponía, pero lo ponía al dorso, porque se acababa el papel.

- ¿Al dorso? ¡Vaya palabra más rara! ¿Quieres decir por detrás, Valentina? Y cuál era -preguntó Laurita-.

- Era Quasimodo.

-¿Quasimodo? No me extraña que diera miedo. Si sé que se llama así a los mejor no me atrevo a lanzarle el bocadillo -dijo Laurita mientras ambas se reían junto con sus amigas.

Madrid, 21 de noviembre de 2010

20 nov 2010

Sobre la reforma de los estudios de economía (II parte)

Antonio Mora Plaza


Intentaré profundizar algo más con este artículo en la que creo yo que es la necesaria reforma de estos estudios, porque la crisis actual ha dejado en ridículo a estos estudios y a los economistas profesionales, especialmente a los de la secta neoliberal. Casi nadie la ha previsto y las excepciones de los que lo han hecho han sido considerados como bichos raros, excepciones, como hijos díscolos o inevitables moscas cojoneras que son soportables si no son muchas. En España, los medios de comunicación de radio, prensa, tv, Internet, páginas web, blogs, etc., están dominados por, no ya economistas, sino por periodistas o simples aficionados que opinan de economía sin ignorar que la ignoran. Ello no quita ni exime la responsabilidad a los economistas que, desde lo público, es decir, viviendo con el dinero de nuestros impuestos, no sólo no han previsto nada, sino que siguen defendiendo los modelos y las teorías que han propiciado la actual crisis. Exactamente lo mismo ocurrió en la crisis del 29 con los asesores áulicos del presidente de USA, el Sr. Roosevelt, que seguían defendiendo la no intervención del gobierno cuando ya estaba en paro el 20% de la población activa porque defendían que el sólo mercado les volvería a la senda del pleno empleo. Claro está que nunca se decía cuando. El problema es que también son mayoría los economistas y políticos presos de las concepciones neoliberales de la economía que pueblan las instituciones supranacionales: el FMI, el BM, la Unión Económica, la Monetaria, la OCDE, etc. ¿Cómo es posible que estén tan ciegos los burócratas de Bruselas -con la Merkel entre bambalinas- que han exigido -y aún lo hacen- reducir los déficits mediante la sola reducción de los gastos públicos en un momento de crisis, donde lo que se está produciendo es una caída de la demanda privada (consumo e inversiones reales privadas)? Han tenido que pasar 6 meses y quebrar las finanzas públicas de Grecia, Irlanda y probablemente Portugal, para que se den cuenta de que estas exigencias draconianas de reducción de los déficits impiden el crecimiento de la economía por la reducción de los gastos públicos como necesarios gastos compensatorios de la demanda privada. ¿No saben estos economistas y burócratas que hay una relación entre el crecimiento y el pago de los intereses y principal de la deuda, y que si no se crece por encima de estos intereses en los próximos años el país se vuelve insolente? ¿Dónde han estudiado? Porque una cosa son las exigencias de los llamados mercados cuyos actores son meros especuladores sin formación económica y ávidos de ganancias a corto plazo para satisfacer a sus inversores y partícipes, y otra es que las instituciones se plieguen a esas exigencias y con los mismos supuestos y criterios para atajar la crisis. Una vez más se demuestra el inmenso error del paradigma smithiano de que buscando el interés particular se consigue el general. Una vez más se demuestra la falsedad de ese paradigma, de esa creencia, porque eso es creencia y no ciencia. Esta sería la primera reforma de la economía.

Se trataría de alejar de una vez por todas ese mantra de que el moralista escocés es el padre de la economía. Si alguien se ha hecho acreedor de ese título es David Ricardo. Es el primero que se mueve a un nivel de abstracción suficiente para la creación de un sistema de análisis -aunque parcial- equivalente al que se movió Newton son sus Principia. Ricardo hizo aportaciones notables, como son su teoría de los precios, su teoría de los salarios, su teoría de los costes comparativos en el comercio internacional, la ley de los rendimientos decreciente en la agricultura, etc. Se dirá que todo es discutible en la aportación de los que ahora llamamos economistas y que, por ejemplo, Marx consideraba a William Petty como padre de la economía y Schumpeter depositaba honor análogo en Walras. Sin embargo, con ser todo discutible, el caso de Adam Smith es en mi opinión excepcional en sentido negativo, porque una lectura de derechas ha hecho que este autor y su obra -La riqueza de las naciones[1]- se convierta en el catecismo neoliberal por excelencia. Eso sí, con aportaciones y refinamientos matemáticos posteriores hasta llegar a la teoría del equilibrio general, a Pareto y a la teoría del bienestar. A esto se ha añadido el marginalismo. Con este se llega a la conclusión de que los, salarios y ganancias vienen -¿o quieren decir que deberían venir?- determinados por las supuestas productividades del trabajo y del capital. Si esto fuera así, y dado una versión especial y extensión de ¿la ley? de los rendimientos decrecientes de David Ricardo, se llega a la conclusión de que si hubiera una suficiente flexibilidad de precios y salarios -no se dice nunca de ganancias- no podría haber paro. Y eso se afirma siempre, tanto cuando hay menos paro -pero lo hay- en las épocas de bonanza y cuando lo hay escandalosamente en las épocas de crisis, tanto en las economías capitalistas más liberalizadas como en las más intervenidas. Es por ello por lo que esta visión neoclásica-marginalista se ha convertido en un cadáver intelectual y, sin embargo, se sigue estudiando como básica para entender los fundamentos del análisis económico. Ello se hace insoportable a los ojos de cualquier estudiante cuando le explican el marginalismo y su bondades; no digamos cuando le dicen que los salarios dependen de la productividad marginal del trabajo y cuando sale de la facultad y se encuentra con nada parecido, con empresarios que en su vida han oído hablar de productividad marginal, con los convenios de sector, con salarios por categorías, con diferencias salariales abismales entre trabajadores y directivos que no saben donde tienen la mano derecha, etc. En las leyes de la oferta y la demanda para la determinación de los precios aún se sigue estudiando la teoría de la utilidad marginal[2]. Es el marginalismo que no cesa. Yo les invito a los alumnos de economía que le pregunten a su profesor cuántas viviendas propias han de adquirirse para tener una valoración marginal del gasto en vivienda. ¿No les da rubor a los profesores de economía seguir explicando estas cosas que avergonzarían hasta el mismísimo Alfred Marshall?

He repasado el programa de la Universidad Complutense y veo que aún se sigue explicando el equilibrio general (bueno, los equilibrios, en plural, es decir, diferentes modelos, algo hemos ganado) en los cursos de grado. Como ejercicio matemático del teorema o de los teoremas del punto fijo puede valer, pero eso nada tiene que ver con la realidad. Esta está siempre en desequilibrio, debemos admitirlo. Mejor aún, está en permanente desequilibrios, en plural, y no es relevante desde el punto de vista de la formación de un economista modelos de equilibrio general, a no ser que con ello se quiera demostrar porqué no pueden darse estos equilibrios, porque en la realidad no hay competencia perfecta en todos los mercados presentes y futuros, porque son mayoría los rendimientos crecientes o constantes, porque hay bienes públicos, por los efectos externos, la información asimétrica, porque los costes de información y transacción son relevantes, porque los trabajadores y sindicatos defienden sus derechos laborales de forma colectiva, etc., de tal forma que todo ello impide las llamadas asignaciones eficientes en sentido paretiano. Asignaciones, por otro lado, que no son nada del otro jueves en orden de la justicia y la igualdad, porque estas asignaciones son compatibles con cualquier distribución de la renta por desigualitaria que sea. Creo que esta materia debiera darse sólo en los cursos de doctorado, o en algún máster, pero no para un graduado. El tiempo es oro y siempre escaso y se ha de asignar eficientemente. El tiempo, al ser continuo, si le es aplicable la teoría de la asignación eficiente.

La macro que se estudia es la keynesiana pasada por el túrmix de Hicks (1904-1989), es decir, básicamente el modelo IS-LM. Recomiendo vivamente la lectura del capítulo II del libro de Pasinetti, Crecimiento económico distribución de la renta[3]. La primera versión es nada menos que del año 1974 y, sin embargo, resulta más actual que cualquier libro de los fundamentos de la macroeconomía actual para estudiar lo que dijo Keynes. Con las versiones IS-LM actualizadas a lo que se llega es -de nuevo el viejo vicio- a una teoría del equilibrio entre producción (renta nacional) y tipos de interés mediante resoluciones de sistemas de ecuaciones donde intervienen variables que intentan representar la realidad como el Consumo, la Inversión, el Ahorro, la Exportaciones, las Importaciones, los Impuestos, la Renta, el interés real, el monetario, etc. Claro está que por medio, por ejemplo, se ha anegado el multiplicador keynesiano. Pero, como señala acertadamente Pasinetti, en el libro de Keynes estas variables y otras que desaparecen en los modelos actuales (la eficiencia marginal del capital, por ejemplo), se dan unas relaciones de causa y efecto que se pierden en el modelo IS-LM y que son básicas para entender la llamada revolución keynesiana. Tal es así, que al final lo que para Keynes supone que el Ahorro no depende de los tipos de interés sino que es la diferencia entre la Renta y el Consumo, para el modelo de Hicks, ambos, Ahorro e Inversión se convierten en una igualdad que denota el equilibrio existente -no como alcanzado- en el mejor de los casos; en el peor, como una identidad. Con ello se pierde la importancia y responsabilidad del gasto público en el combate de las crisis. No es esto una anécdota, sino que atañe a los fundamentos de la macro, porque con la teoría de la demanda efectiva keynesiana se llega a la conclusión de la posibilidad de un equilibrio entre Ahorro e Inversión, entre Renta y Gasto con paro indeseado, todo lo contrario que con el catecismo neoliberal reforzado de marginalismo.

Otro aspecto de esa Macroeconomía es el olvido injustificable de Kalecki, contemporáneo de Keynes, que escribe en su Teoría de la Dinámica Económica[4] y en otros libros y artículos la mejor versión de la revolución keynesiana simultáneamente con el inglés y por cuenta propia. Además, con la ventaja de que hace explícitas las ecuaciones. Aún más, en su libro hace explícita una teoría de los ciclos. Sin entrar en más detalles porque no es necesario para el interés de este artículo, creo que a Keynes y a Kalecki debieran estudiarse simultáneamente, en pie de igualdad, como autores coincidentes en algunas partes de su teoría y como complementarios en otras, con las aportaciones posteriores que llenen de realismo -y no sólo de refinamientos conceptuales o formales innecesarios- sus teorías, porque si se falla en lo fundamental de nada sirve lo accesorio, si el pastel sabe mal de nada sirve una fresca, sabrosa y actualizada guinda.

Creo que debiera tomar carta de naturaleza en los estudios de graduado los ciclos y las crisis, quizá junto con las teorías del crecimiento, que no han dejado de estudiarse. Pero no sólo en los capítulos de la historia de la economía o del pensamiento económico, sino como parte analítica de los fundamentos de la economía. Y ello no es nada heterodoxo porque tenemos el acelerador de Samuelson, la teoría de los ciclos del mencionado Kalecki, a Schumpeter, a Kondratieff, etc. Si no es así, entre que se estudia el equilibrio general y no las crisis y los ciclos en los fundamentos, la impresión del graduado o licenciado es que la crisis no pueden ya darse porque son cosas del pasado o, lo que es peor, que los economistas no han sido capaces de desarrollar una teoría (explicación) de estos fenómenos. Es verdad que, como dice Galbraith[5], aún se discute las causas de la crisis del 29, pero para ello han de estudiarse, para que los profesionales de la economía estén preparados para analizar sus prolegómenos y no tener que limitarse a predecir el pasado. Ciclos y crisis en los fundamentos y no sólo en la Historia.

En cuanto al papel del sistema financiero y de la empresas del crédito que tan fundamental papel han jugado en esta crisis, también debieran estudiarse, no como algo aparte de la economía real, sino como algo intrínseco a la economía. Es verdad que han nacido o potenciado en los últimos veinte años nuevas instituciones y nuevos instrumentos del crédito que no son bancos, como los cdo, los cds, los derivados, los swaps, los mercados de futuros, a plazo, de opciones, los fondos especulativos (hedge funds), fondos de cobertura, sociedades vehiculares, etc., que parecen moscas cojoneras para el estudio de la economía real. Sin embargo creo que debiera abandonarse esa distinción entre economía real y financiera, porque ambas son reales y, a veces, una de ellas nocivas para los intereses generales. Vemos ahora cómo los bancos, independientemente de su responsabilidad en las causas de la crisis, sí lo están siendo en sus efectos por su actuación es precrisis y procíclica. Un caso más de la falsedad del paradigma smithiano: los bancos -y en España las Cajas y en general la entidades crediticias-, persiguiendo la mejora de sus cuentas de resultados, están restringiendo el crédito, añadiendo con ello combustible al incendio de la situación.

He dejado para lo último a Marx y Sraffa. Parecen dos casos perdidos para el estudio de los fundamentos del análisis económico. El primero se estudia en la historia del pensamiento, pero nada más, como se estudia a los fisiócratas o se habla de Malthus o Stuart Mill. Se puede salir de la universidad sin saber prácticamente nada de la aportación de Marx al análisis económico, aún cuando se pueda -faltaría más- discrepar de él. Es verdad que su teoría del valor-trabajo -distinta de la de Ricardo- es discutible, pero son muchas sus aportaciones al análisis, especialmente su teorías de la sobreproducción y subconsumo, su teoría de las crisis, de la circulación de mercancías y capitales, de la acumulación del capital e, incluso, su teoría de la plusvalía, a pesar de su teoría contable y sui-géneris del valor-trabajo. Pero Marx debe reintegrase en los fundamentos del análisis en pie de igualdad con Keynes, Ricardo o Walras, porque Marx también tiene una teoría del equilibrio (pero como caso especial). El caso de Sraffa es distinto, por desgracia. Se puede acabar los estudios de grado o de licenciatura sin necesitar a Sraffa en los fundamentos. Algo se estudia, es verdad, pero como una anécdota. Aquí quizá no pueda ser objetivo porque para mí Sraffa es el verdadero creador de la economía como ciencia si es que este calificativo lo merece la ciencia fúnebre. Keynes es a lo neoclásico y marginalista lo que Einstein es a la física de Newton -salvando las distancias de genialidad- y Sraffa representa lo que la mecánica cuántica a la física hasta Plank. El libro del italiano Producción de mercancías por medio de mercancías[6] representa los fundamentos de una nueva teoría económica y una alternativa a parte de la micro y de la macro. En todo caso es la conexión entre ambas, porque el italiano no estudia los mercados (micro) o las macromagnitudes y sus relaciones (macro), sino las relaciones intersectoriales. Lo que si está claro es que es además una alternativa a la teoría del equilibrio general de Walras, Debreu, Arrow y Hahn, etc. Podríamos definir la economía de Sraffa como la del estudio del excedente y de sus límites. Ahí no hay productividades marginales; el capital es trabajo fechado, el reparto entre salarios y ganancias son fruto de los conflictos o de la correlación de fuerzas, pero dentro de unos límites marcado por el excedente. Tiene aportaciones analíticas y conceptuales fundamentales para el desarrollo posterior como la mercancía-patrón, la razón-patrón, el capital como trabajo fechado, la diferenciación entre productos básicos y no básicos, la producción simple y conjunta, el mecanismo de elección de técnicas, etc. Como alternativa parece más difícil insertarlo en lo estudios de grado o licenciatura, pero no puede ignorarse por más tiempo ni estudiarse como un caso especial, raro, distinto y desechable. Sraffa es el futuro de los fundamentos del análisis, aunque de él sólo tenemos su semilla. Semilla que ya ha fructificado en gran medida mediante los estudios de Schefold, Pasinetti, Garegnani, Kurtz, Roncaglia, Steedman, Marchionatti, en España, Ahijado, etc.

Creo que no deben perdurar en las cátedras quienes defienden el despido libre y la privatización. Son libres de hacerlo, pero no con el puesto asegurado con dinero público. Han de ser consecuentes por su bien y para ganar credibilidad delante de sus alumnos. Deben irse al sector privado que tanto defienden. También debieran abandonar las cátedras los neoliberales que defienden fundamentalistamente cuanto menos Estado mejor, cuanto menos educación y sanidad pública, mejor, y que las pensiones y sus cotizaciones sean privadas o no sean. Esto afecta a la ética, pero esta debe formar parte de los fundamentos de la economía normativa empezando por sus intérpretes, los profesores y estos deben dar ejemplo.

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Madrid, 21 de noviembre de 2010.



[1] Ensayo sobre la naturaleza y causa de las riqueza de las naciones (An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations, 1776).

[2] Microeconomía intermedia, Hal R. Varian, Antoni Bosch, editor, págs. 55 y siguientes.

[3] Growth and Income Distribution - Essays in Economic Theory, 1974.

[4] Theory of Economic Dynamics. An essay on cyclical and long-run changes in capitalist economy, 1954.

[5] “Estamos muy lejos de saber con exactitud las causas de la Gran Depresión”, pág. 198 en la versión española, Editorial Ariel, 2009 (The Greath Crash 1929, 1979).

[6] Production commodities by means commmodities, 1960.

18 nov 2010

La crisis irlandesa o el fracaso de la UE y de la economía neoliberal

Antonio Mora Plaza

Nada resulta más paradigmático que el estado actual[1] de la crisis irlandesa, de los comportamientos de los mercados llamados financieros y de la Unión Económica. Irlanda siguió a pie juntillas las recomendaciones de la Unión Económica hace poco más de un año, estableciendo planes de brutales de reducción del déficit y comprando con dinero público los bancos irlandeses con problemas de solvencia, aunque se presentara la cosa como de liquidez. A finales del 2009 tenía un déficit del 14,3% y una deuda pública del 64% según datos de eurostat[2]. Ahora se nos dice, sin datos oficiales de la U.E., que su déficit supera el 30% ¿Qué ha pasado desde hace un año? Grecia presentaba una cifra similar de déficit (13,6%), pero una deuda mucho más alta (115,1%). Grecia siguió también a pie juntillas las recomendaciones de Bruselas y cuando se hubieron realizado las elecciones de Westfalia-Renania el 9 de mayo, justo al día siguiente se prestó a Grecia la ayuda de 110.000 millones de euros del plan de rescate creado mediante dos fondos, llamados de Estabilidad y Garantía, que sumaban para todo la eurozona un total de 750.000 millones. Pues bien, ni Grecia ni Irlanda han salido del hoyo, ni han conseguido -y esto debiera ser plausible según los neoliberales de Bruselas- la llamada confianza de los mercados, estando la prima de riesgo de la deuda irlandesa a 5,4% punto porcentuales por encima del bono alemán y la griega a 8,8%. Todo un fracaso de Bruselas. De nada han servido las medidas draconianas griegas en las pensiones y en la Administración, ni el recorte de las medidas sociales irlandesas y la compra de sus bancos. No sólo ha sido estéril, sino contraproducente. Y no lo digo yo, sino que lo reconoce la propia Unión Económica al exigirle ahora a Irlanda ¡que aumente los impuestos para garantizar que devolverá el rescate para poder aplicar los fondos antes mencionados! Hasta ahora era anatema y digno de las penas del Infierno -de acuerdo con las concepciones neoliberales- aumentar los ingresos fiscales de los Estados, porque era mejor bajar impuestos para salir de la crisis; ahora se dice justo lo contrario. Claro está, se dice eso, no para salir de la crisis y crear empleo, sino para garantizar la devolución de los fondos. Mayor fracaso y cinismo es imposible. ¿Qué ha pasado desde mayo hasta ahora en la eurozona? Que las medidas neoliberales de establecer calendarios de reducción del déficit para el año 2013 no han dado confianza a los llamados mercados, sino todo lo contrario, porque hasta España, que ha tomado parecidas medidas que Grecia, aunque no tan intensas, ha superado levemente el diferencial de la prima de renovación de su deuda (2%) respecto al mes de mayo. Es decir, no han servido las medidas sobre las pensiones y los salarios de los funcionarios, ni las promesas de modificar el sistema de pensiones. ¿Porqué los llamados mercados financieros no han recogido el guante de las recomendaciones de sus intérpretes institucionales (la UE, FMI, OCDE)? Porque esas medidas eran sólo un señuelo de los mercados. En realidad, la solvencia de un país no la marca el déficit de su presupuesto, sino la carga de la deuda emitida, es decir, de los intereses pendientes de pago y del saldo vivo de su deuda. Por supuesto que es contradictorio atacar los déficits mediante la reducción de su gasto e intentar crecer para tener la solvencia suficiente como para pagar la deuda y sus intereses futuros. Ahora los mercados quieren todo: la carne y el pescado, menos déficit y más crecimiento. Ocurre que eso es un imposible a corto y medio plazo. Por eso ahora los neoliberales de Bruselas han transmutado sus exigencias y quieren que los países beneficiarios de las ayudas ataquen sus déficits, no sólo por el lado de la reducción de los gastos, sino también por el aumento de sus ingresos fiscales. ¡A buenas horas mangas verdes, después de que han quebrado con sus exigencias a Grecia, Irlanda y quizá Portugal! La FED (Reserva Federal de USA) ha hecho lo contrario que el BCE: le ha dado a la máquina de hacer billetes y ha lanzado un fondo de 600.000 millones de dólares para activar su economía mediante la compra de títulos. Esta Unión Europea en manos de la Alemania de Merkel está suicidando a los países de la eurozona. Alemania ya no es la locomotora de Europa, sino una rémora, un vagón de cola y muy grande. Vive ahora de las exportaciones, sólo de las suyas, y sacrificará toda la Unión si es necesario. Los votantes de derecha alemanes mandan. Es una lección para el futuro. El BCE no puede ser el Bundesbank camuflado, ni el euro la versión comanditaria del ex-marco alemán; tampoco puede haber un solo alemán en los máximos puestos de mandato de la UE, y menos de la Unión Monetaria. Alemania es la China de Europa, un caballo de Troya del neoliberalismo, tan anacrónico que no se cree sus propias tesis.

Este es un motivo más de mi tesis sobre los neoliberales. ¡Fuera neoliberales de las cátedras pagadas con dinero público! Estos creen que cuanto menos Estado mejor, creen en la eliminación del Estado de Bienestar y en el despido libre. Y empleo el verbo creer porque no tienen apenas evidencia empírica de sus tesis. Pues bien, que se apliquen ellos mismo sus propias tesis, abandonen las cátedras de la universidades públicas y se vayan al sector privado. Y si no se puede hacer, que se les invite a ello, porque han creado, defendido y justificado la actual crisis, y siguen defendiendo las medidas que no has llevado a esto. Ellos dirán que estas medidas no son suficientemente intensas, que hay que privatizar más, acabar con la educación y sanidad pública, con las pensiones públicas y llegar al despido libre sin ninguna indemnización. ¿Pero cuál es el límite? ¿La esclavitud? ¿Volver a los comienzos de la industrialización? ¿Al trabajo de 12 horas y más diarias, sin días de descanso, sin jubilación? ¿Al trabajo infantil? Pues bien, que se apliquen el cuento y se vayan al sector privado. Sus tesis han fracasado y lo mismo que a un cirujano que no tiene actitudes ni aptitudes para operar se le aparte de los quirófanos, lo mismo ha de ocurrir con las cátedras de los que han defendido, defienden y justifican el estado de cosas actual y las mismas políticas que nos han traído a esto. Así, sin complejos. Y revisión de los planes de estudio de la Economía.

En el caso español, la última reforma del mercado de trabajo no ha traído un aumento ni del empleo ni -y esto es más significativo- ni más aumento relativo o marginal de los contratos indefinidos. Los sindicatos debieran dar un tiempo corto de prueba y si la cosa no cambia, cargarse de razón para volver a la carga. Las medidas sólo son aceptables a título de inventario y si no dan los resultados deseados, han de cambiarse. Otro fracaso significativo ha sido la moderación salarial: ésta ha sido contraproducente para estabilizar el ciclo y la crisis. Hasta ahora, los gastos públicos que se llevaban con criterios anticíclicos (pensiones), los gastos en educación y sanidad, servían como estabilizadores del ciclo por vía de la demanda agregada, puesto que estos gastos se convertían primero en rentas y luego en consumo. Sin embargo, la caída de la participación de los salarios en la renta nacional sólo ha tenido un carácter procíclico, porque ha contribuido negativamente a la demanda agregada a través de su componente principal: el consumo privado. La cosa se ha intensificado con el aumento brutal del paro en los dos últimos años. Por tanto, harían bien los sindicatos en mostrarse inflexibles en la recuperación de los salarios como componente estabilizador de la economía. Los salarios ya no representan ni el 50% de la renta nacional cuando hace dos décadas representaban más del 60%. Y en cuanto a la necesidad de la reforma de las pensiones una gran mentira. España está a 10 puntos porcentuales[3] de la media de la participación de lo público en el PIB de la UE. Ello supone 100.000 millones de euros de menores ingresos fiscales. Si a ello añadimos que somos con Italia uno de los países con mayor fraude fiscal, la conclusión es que tenemos un colchón enorme de ingresos para acometer el problema de los posibles aumentos de los beneficiarios de la Seguridad Social respectos a los cotizantes. Una vez hecho eso, hablamos. Eso sí, los sindicatos deben darse cuenta que el Pacto de Toledo es un corsé contraproducente para los futuros pensionistas; que no está escrito en ningún catecismo -ni siquiera neoliberal- que las cotizaciones tengan que casar con las pensiones contributivas, porque eso a medio plazo sí puede ser insostenible. No lo será ni nos aseguramos que, en caso de necesidad, los impuestos podrán financiar las pensiones. El Pacto de Toledo fue un error de los sindicatos, pero su perpetuación es un error y medio. Ahora cualquier neoliberal, incluso niñatos y niñatas salidos de las escuelas de negocios o de las universidades privadas que se han colocado directamente en las salas de mercado de cualquier banco, de agencia o de fondo de inversión, reclaman con vehemencia negociar las pensiones dentro del Pacto de Toledo. La derecha en pleno, con Rajoy a la cabeza cuando se ha enterado de qué era eso del Pacto de Toledo, nos está exorcizando con el dichoso Pacto.

Nuestro futuro está en juego y no hay medidas milagrosas, pero hay que sacar a los gobiernos y a las instituciones de su error, de los errores neoliberales de sus funcionarios, de los economistas amamantados en las tesis neoliberales. La Reserva Federal yanqui, con Obama como presidente de USA, ha rectificado. Ahora no es el momento del ahorro sino del gasto. Lo era hace 4 años y más atrás, cuando vivíamos el boom inmobiliario en España, Irlanda, USA, etc., cuando los bancos casi regalaban el dinero, cuando no exigían suficientes garantías porque incluso los impagados hipotecados se les presentaba como un negocio ante el aumento constante del precio de la vivienda. Ese era le momento; ahora no. La UE o rectifica o se hunde, porque las instituciones que no dan respuestas adecuadas a los problemas en los momentos oportunos -y no en otros- no sobreviven. Un ejemplo brutal: la Sociedad de Naciones no evitó la II Guerra Mundial y desapareció. La ONU actual es incapaz de resolver cualquier conflicto, cualquier agresión injustificable desde el punto de vista de los derechos humanos que debe defender. Lo vemos con Israel que no ha cumplido una sola de sus resoluciones; lo vemos con lo que está haciendo el dictador marroquí con el pueblo saharaui; lo vimos con la agresión a Irak, a pesar del voto en contra de 10 países frente a 4 a favor del Consejo de Seguridad (la España de Aznar entre ellos). Por eso la ONU se arrastra actualmente como un objeto inservible que no se desecha porque nadie quiere sus restos. La UE debe aplicarse el cuento: o soluciona los problemas de sus Estados -sí, ¡sus Estados!- o no sobrevivirá.

Madrid, 18 de noviembre de 2010.



[1] A la fecha 18.11.2010.

[2] Ver: http://epp.eurostat.ec.europa.eu/cache/ITY_PUBLIC/2-22042010-BP/EN/2-22042010-BP-EN.PDF

Los datos de el diario El País de el día 16 de este mes son erróneos.

[3] Datos de Eurostat.


Peludo, hasta siempre

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la luz es el optimismo de la razón

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muros, ni para lamentaciones

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¿Por qué?

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planchando la oreja

planchando la oreja

¿naturaleza muerta?

¿naturaleza muerta?

el mamífero perfecto

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