XAVI, EL MARISCAL
Antonio Mora Plaza
Xavi es el medio-centro del Barça, de la Roja y del planeta fútbol. Nadie juega como él, aunque muchos juegan donde él. Ha habido otras grandes medios centros, como Schuster, el alemán de modales inconvenientes, o Guardiola, Pep para los amigos, que jugaba delante de los centrales y daba pases de
Viendo jugar a Xavi uno se pregunta: ¿esto se aprende o se nace con ello como el que nace con una verruga en un hombro? Xavi, cuando recibe el balón, hace el molinillo, hablando de fútbol, claro. Xavi recibe y mira en derredor, aunque no le hace falta porque antes ya tiene por el gps de su cerebro controlados a propios y contrarios; hace que piensa, hace que decide y elige siempre el mejor destino. Digo que hace porque lo hace para despistar al contrario, para que no parezca insultante la facilidad con que juega, por pura modestia. Si yo tuviera esa habilidad, haría lo mismo, pero provocando, como chuleándome del contrario, pero yo soy un mal educado jugando a la pelota, que ya no juego porque los años no perdonan. Hay quien nace futbolista como Pelé, Messi, Van Basten o el Pelusa, y sólo necesitan un balón -bueno, el Pelusa sólo necesitaba cualquier cosa más o menos redonda- para jugar al fútbol, pero lo de Xavi es fruto de la reflexión. En otra vida Xavi debió ser mariscal de campo, que es el militar que dirige la batalla desde la batalla y no desde los despachos. Napoleón sólo quería mariscales de campo porque los otros sólo servían para bailar en los salones de la nobleza. No son palabras textuales, pero algo así leí alguna vez.
Xavi dirige las operaciones, mira al contrario, mira las fuerzas propias y decide el destino del balón en la batalla sin armas de penetración que es un encuentro de fútbol. Lo de mira es un decir, porque Xavi tampoco necesita mirar, porque tiene el teatro de operaciones en la cabeza, al igual que decían de Fraga que tenía el Estado en la cabeza: lástima que lo pisoteara. Perdón por la digresión anterior, pero es que me ha sentado mal la cena. Volvemos a Xavi. En realidad podría jugar a oscuras, pero eso sería una chulería para el contrario, cosa que yo haría, sobre todo si el contrario vota a Berlusconi o a la Merkel. A veces Xavi se aburre con decidir el destino del balón y a veces decide acompañarlo; entonces se va hacia adelante, hacia el área del rival. Eso es un toque de corneta como diciendo: “la perdiz ya está mareada y cansada, a por ella”. Perdón por la metáfora cinegética. Eso significa que da un tiempo a propios y extraños para el gol; ya no vale sólo el tiqui-taca y el toreo de salón, y hay que entrar a matar. Perdón por el símil taurino, que a mí también me repugna todo lo taurino, incluso aunque haya arte y tronío. Xavi no pierde nunca el balón porque es suyo y no lo pasa: sólo lo presta hasta que llega el gol. Luego, generoso él, lo regala. Xavi juega a otra cosa mientras que los demás juegan a un deporte llamado futbol. A lo que juega Xavi no tiene nombre, pero es como lo de Enrique Iglesias y la Caballé: los dos cantan, pero a partir de ahí ya nada es igual. Xavi aún no lo sabe, pero es el mejor centrocampista de todos los tiempos. No importa, mejor que sólo lo sepa cuando se retire y que eso tarde. Gracias Xavi por hacer del fútbol arte, aunque de momento no tenga nombre lo que tú haces.
Madrid, 9 de julio de 2010.
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