20 abr 2010

Cuitas de Aznar y Sarkozy

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Antonio Mora Plaza

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Había una canción de la malograda Cecilia que se llamaba “Dama, dama”, en la que esta supuesta dama genérica y representativa de esa burguesía española franquista y católica-integrista que ha heredado el P.P., quería ser a la vez “la novia en la boda, el niño en el bautizo y el muerto en el entierro”. Pues bien, transmutada esa dama de sexo, pero sin dejar los otros atributos, nos da el Sr. Aznar, un ser atormentado por su complejo de bajito. Para compensarlo decidió convertirse en intelectual de la derecha sin dejar de ser político y sin dejar de estar acomplejado por ser... bajito. Y claro, esta mezcla insoportable y contradictoria ha estallado y el acomplejado es ya una fábrica de cretinez. Al acomplejado le hubiera gustado poder mirar por encima del hombre a Bush y a Blair, pero sólo les llegaba a la altura del sobaco y se tuvo que acostumbrar a oler a pelambre anglosajona para poder hablar en la intimidad con B. y B. de las non-natas armas de destrucción masiva. Ya le pasó -lo del sobaco- con Felipe González y luego con Zapatero. Por eso se sentía tan a gusto con Almunia en el debate, porque el aspirante socialista de entonces no andaba sobrado de centímetros.

La Botella -su mujer, claro- le dijo una vez: “Mira, Jose, o me llegas a presidente del partido o compro camas separadas”, y Jose Mari llegó a presidente del P.P. desde sus escritos falangistas en el diario de la Rioja. Pero a la Botella -su mujer- no le pareció bastante y le dijo de nuevo: “Mira, Jose, o me llegas a presi de Gobierno o compro camas separadas”, y Jose Mari llegó a la Moncloa, aunque le costó tres intentos y una campaña cuasi-golpista contra las instituciones de la democracia. Pero no se conformó la señora Botella e insistió más aún: “Mira, Jose, o me casas a la niña en el Escorial o ya sabes que hago con lo de las camas”, y Aznar, el acomplejado, montó la boda en el monasterio donde dirigió un imperio Felipe II a costa de arruinar la hacienda española por los siglos de los siglos. Claro que Aznar contó con la ayuda de los que se harían famosos más tarde por sus faenas de aliño en materia de corrupción: los Correa, los Bárcenas, los Agag, los Bigotes, etc.

Y como quiera que el acomplejado cumplía lo que la Botella le pedía cual trabajos de Hércules, decidió ésta que lo de las camas no era suficiente y pensó: “bueno, la cama de 1,30, pero para mí sola”, y le mandó a dar conferencias en inglés y en italiano, y en suajiri, si fuera menestar, y aunque hubiera que pagarlas. El del bigote le dijo a la Botella que el sólo hablaba español de falange y catalán en la intimidad y aquélla le replicó: “Es que si supieras idiomas no tendría mérito. ¡Ala! a viajar y no me rechistes”. Y desde entonces han cerrado escuelas de inglés como “Open english” y otras muchas por innecesarias y por competencia desleal. Porque Aznar será lo que sea, pero tiene la virtud de carecer del sentido del ridículo: no lo ha endosado a todos los españoles.

Sarkozy, el encoñado, es otra cosa. El gabacho está prendido de la grandeur como de una percha. También es bajito y le llega a la Bruni al sobaco, pero a élla le huele la pelambre a Channel n. 5 pour femmes. El franchute es también otro acomplejado, pero a tiempo parcial, porque sólo le sobreviene la cuestión cuando tiene que posar con la Merkel en las fotos de la entente gabacho-teutona. La germana le saca la cabeza a lo alto, y a lo ancho es como si se hubiera tragado un sincrotón de bolsillo. Y es que la teutona es como una walquiria tras un menú de degustación de salchichas de Frankfurt. Cuando lo pasa mal Sarkozy es en los bailes de la entente, porque teme perder la grandeur entre los pechos de la cancillera; pechos que les ha puesto nombre por joder al gabacho: Alsacia y Lorena. Cuando el francés se la arrima a medio metro, élla le susurra al oído con acento de Mein Kampf: “Villepin, Straus”, y a Sarkozy le da ganas montar la de Verdún, aunque pierda la batalla. Él es consciente de que si fuera conserje o pescadero -es un suponer- no cata a la Bruni ni en fotos. La verdad que por ese lado todos tenemos algo de envidia a Sarko, aunque haya tenido que meterse la grandeur entre la próstata y la rabadilla.

En cambio, el del bigote se ha tenido que conformar con la Botella -con mayúscula, de momento-, porque no todo se puede tener en la vida. Mala suerte, pero peor hubiera sido nacer 20 años antes, porque entonces la Botella sería de la Sección Femenina y a lo mejor le hubiera tocado compartir mesa y mantel con la Pilar Primo de Rivera, y eso no hay líbido que lo aguante. Dicen las malas lenguas que una vez Aznar le propuso un cambio de parejas en un baile hispano-francés con el fin de catar a la Bruni, pero cuando el gabacho le preguntó al del bigote que cómo se llamaba su costilla, éste le contestó: “Botella, president”, a lo que el franchute replicó contrariado: “Merci, mesié Ansar, pero no bebo”. El del bigote se ofendió y desde entonces no le habla. Fue un error de mesié le president, pero Aznar no admite errores ajenos: con los propios tiene bastante y siempre en la intimidad.

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Madrid, 21 de abril de 2010.

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