31 oct 2010

Miguel Hernández: la emoción arrebatada

Antonio Mora Plaza

Nadie es digno de hablar de Miguel Hernández. Yo no me siento digno, pero en el centenario de su nacimiento (30.10.1910) algo llama al lector de su poesía a hablar, a no dejar pasar la ocasión de hablar del más emocionante de los poetas españoles. De alguna manera todos somos algo culpables del final de Miguel Hernández, por activa o por pasiva, tanto si somos herederos de los vencidos como -y con más razón- de los vencedores por consentir que los herederos de los vencedores no sientan vergüenza del final del poeta, porque Miguel es el poeta de los vencidos. Federico es patrimonio de la humanidad; Machado lo es de la literatura, pero Miguel es patrimonio de los vencidos por su obra, por su vida y por su herencia. Y a pesar de ello es uno de los grandes poetas en castellano. Yo no digo que sea el más grande, porque lo acabaron pronto, muy pronto, con 31 años; no digo que sea el más perfecto, porque superar a Quevedo en eso es imposible; no digo que fuera la facilidad extrema, porque ya para eso nació Lope; no digo que fuera el rey de la metáfora, porque en español ese título lo merecen Federico y Góngora, y el genial bardo en inglés; no digo que tuviera el dominio absoluto del lenguaje, porque ya lo fue su maestro Góngora. Y sin embargo, en emociones, en pasiones, en utilizar la poesía como un arma cargada de futuro, nadie como el gran Miguel, el arcángel laico de la emoción y de las pasiones. Su verso viene de la tierra y de la grama, es un eco que retumba en nuestras sienes, un eco que nos recuerda que sólo somos tierra, polvo, sombras, nada. Sabemos con su poesía que hasta el sufrimiento tiene su altar en la lírica. Alguien dijo que Miguel, Federico y Machado eran los poetas del sacrifico. No, fueran poetas sacrificados, porque todos ellos -y especialmente Miguel y Federico- nacieron para la luz y el amor, para el duende y la grama. Los tres tocaron el drama con desigual fortuna. Hace tiempo que vi El Labrador de más aire en el Muñoz Seca y aquello fue emocionante. No lo fue por el drama rural, que era simple; lo fue por el verbo, sólo por el verbo. El verbo hecho verso ¡Qué miedo le tenían los que acabaron con la libertad en España! Y aún lo tienen los herederos de la dictadura, aquellos que ahora esperan llegar a la Moncloa con un puro en la mano y una flor en el culo. Murió Miguel en una cárcel de los golpistas en Alicante el 28 de marzo de 1942. Hacía ya más de dos años enteros que había acabado la guerra y moría Miguel de tuberculosis. Fue la muerte de la venganza, como de tantos otros que aún están en la cunetas enterrados, esperando que los herederos de la venganza nos dejen desenterrarlos. Quizá todo esto sean sólo palabras. Veamos que decía Miguel de Federico en su elegía:

Federico García

hasta ayer se llamó: polvo se llama.

Ayer tuvo un espacio bajo el día

que hoy el hoyo le da bajo la grama”.

Son versos muy quevedianos, especialmente el segundo, pero Miguel siempre les da un sello propio, como si nadie hubiera dicho antes nada parecido. Por eso es Miguel tan grande. Miguel es Góngora, Lope, Quevedo surgiendo de las entrañas de la tierra, de la raíces, del pastoreo. Y también de muchas lecturas, porque hasta este Mozart de la poesía necesitaba formarse, empaparse de antepasados y emociones, ser perito en lunas antes que poeta. Parece anterior a todos ellos porque antes que poeta fue un juglar de cabreros y pastores. Otro verso más:

Vestido de esqueleto,

durmiéndote de plomo

de indiferencia armado y de respeto

te veo entre tus cejas si me asomo”.

Así, asomo de su lado y asombro del nuestro. Miguel asomó desde todos los lados, absorbió a todos y a todos los regurgitó para nuestro asombro. Fue el suyo un parto de la luz y de la sombra. Siempre estarás ahí porque tú mismo dejaste escrito:

Aunque bajo la tierra

mi amante cuerpo esté,

escríbeme a la tierra

que yo te escribiré”.

Así lo dijo el poeta. Leer su poesía es el mejor homenaje. Y ahora, el silencio.

Madrid, 26 de octubre de 2010.

30 oct 2010

Valentina y Laurita en un extraño castillo

Antonio Mora Plaza

Recuerdo una vez que le dije a mi abuelo Berto que porqué no escribía un diario, porque alguien con una vida tan intensa como él no podría dejar de interesar a unos posibles lectores. Mi abuelo me contestó.

- El que escribe un diario tiene que elegir entre la veracidad y el entretenimiento. Casi es imposible compaginar ambos.

Yo sabía, por experiencia, que cuando mi abuelo decía casi es porque se guardaba un as bajo la manga y le pregunté.

- Háblame del “casi”. Dime alguna obra que compagine ambas, algún diario de alguien que casara lo que tú dices.

Mi abuelo me sorprendió, como casi siempre.

- No existe, porque casar ambas es imposible… si se parte de lo real. Sin embargo, puede hacerse si el diario es inventado, pero de tal forma que tenga toda la apariencia de real, incluso aunque sea de tema fantástico. Por eso lo del “casi”. Existe esa obra. Sólo te daré una pista: cárpatos.

Fue suficiente. El relato que sigue me la inspiró, pero sólo fue eso, inspiración, porque en realidad casi todo parece vuelto del revés. He dicho casi. El que lea lo que sigue comprenderá lo del casi. Así comienza el relato.

Descansando estaban Laurita, Valentina, la gata Zinga, la urraca Marni y la rana Ojazos de todo un día de juegos en La cueva de los sueños, porque tantos espejos les permitían no ser vistas sin esconderse estando a la vista de todos. Era un juego muy divertido, porque casi siempre ganaba quien conseguía más reflejos en los espejos, porque de esta forma era más difícil adivinar donde estaban realmente cada una de ellas. Y si además se movían hacia atrás o hacia delante, era más difícil todavía porque el reflejo del reflejo impedía saber la dirección del movimiento real; más aún si hacían que avanzaban y en realidad retrocedían. Poco a poco las gemelas y sus amigas iban aprendiendo los trucos de La cueva de los sueños o de los espejos, que así también la llamaban. Ya en el descanso dijo Laurita a su hermana y amigas.

- Esto es muy divertido, pero yo quiero nuevas aventuras. Quiero conocer cosas nuevas, países nuevos donde haya gente que baile y coma chocolate; y también niños de nuestra edad para invitarles a nuestra cueva. ¿Qué te parece Valentina? ¿Y a vosotras, Zinga y Marni?

- Parece divertido, pero para nosotras eso es desconocido y lo desconocido es peligroso, porque tan desconocido es para nosotras lo desconocido como desconocidas somos nosotras para los que no nos conocen y a lo mejor creen que vamos con malas intenciones.

- ¿Pero Valentina, acaso no somos inmortales? Lo hemos comprobado otras veces. No envejecemos, no cumplimos años ni lo celebramos, y esto último es la mejor señal.

- Sí, pero recuerda que lo somos mientras sepamos volver a la cueva. Fuera envejecemos, pero cuando volvemos nos quedamos con la misma edad que cuando entramos por primera vez. Por eso tampoco envejecen nuestras amigas, pero todas nosotras ahí fuera podemos morir por un accidente -contestó Valentina toda ella tumbada y mesándose los cabellos-.

- ¿Y vosotras, qué opináis, amigas? -pregunto Laurita-.

- Sí, viva la aventura, pero donde haya ramas donde posarse y pequeños objetos, ya sabéis porqué -dijo Marni, la urraca-.

- A mí no me gusta moverme, salvo que sea imprescindible, y siempre por tierra. No quiero vuelos imprevistos ni charcos asquerosos, y menos ahora que me he vuelto vegetariana como Patucas, la araña. Yo os acompaño si me prometéis un fogón calentito al resguardo de la lluvia -fueron las palabras de Zinga, la gata comodona-.

- Bien -dijo Valentina-, propongo lo siguiente. Que nos cojamos de la manos, soñemos y deseemos a la vez, cada una con sus deseos; y ya sabéis que soñar y desear no son la misma cosa, porque hay deseos que siempre permanecen en los sueños y nunca llegan, y sueños que cuando despertamos no deseamos haber soñado, a pesar de que sabemos que son sólo sueños. Pero esta cueva es extraña, como sabéis, y aquí, para bien o para mal, no se puede distinguir la realidad, los sueños y los deseos, porque todas estas cosas son la misma cosa. Bueno, es un lío, pero a esa conclusión he llegado -dijo Valentina mientras pensaba que la palabra conclusión le había salido de la boca sin saber exactamente lo que era-.

Y eso hicieron. Se cogieron de las manos y desearon lo que habían dicho y alguna cosa más, porque ya tenían edad las gemelas y sus amigas como para ocultar algunos deseos que, sin saber porqué, no les gustaban hacer hablar de ellos. Pensaron, soñaron, y tanto soñaron y pensaron que se encontraron a la entrada de un extraño castillo, negro, alto, muy alto, con las puertas abiertas. Estaba en una montaña y desde el castillo se divisaban cumbres nevadas y nubes por debajo de ellos. Valentina dijo entonces en voz alta.

- Esto es muy extraño.

- Claro -contestó Laurita-. En cualquier sitio que no hayamos estado forzosamente es extraño.

- No, no me refiero a esa extrañeza, sino a la extrañeza de la incoherencia -replicó Valentina-.

-¿Incoherencia? ¿De dónde has sacado esa palabra? ¿Qué significa? -dijo Laurita, soltándose de la mano de su hermana y desabrochándose la blusa porque tenía calor-.

- No lo sé, es algo que me ocurre, ya lo sabes. Me llegan palabras extrañas. Verás, lo que quiero decir es que no parece normal que siendo esta montaña más alta que las demás, en esas demás haya nieve y nubes por encima de éllas y aquí tengamos hasta calor.

- Pues ahora que lo dices, tienes razón. No importa. Ahora entremos porque la aventura no parece que esté aquí fuera, sino dentro, porque en todos los castillos no pasa nada fuera y todas las intrigas están entre sus muros -dijo Laurita con extrañeza de sí misma. En esto que Valentina, entre risas, replicó a su hermana.

- ¿Intrigas entre muros? ¡Vaya frase! Y luego dices que yo digo cosas raras. Pero bueno, entremos si nuestras amigas Patucas, Zinga y Marni no se oponen.

Miraron las amigas de las gemelas, con caras mitad de miedo y mitad de intriga, afirmando temerosamente con la cabeza. Lo primero que vieron fue una enorme estancia llena de columnas que apenas divisaban su final; también puertas ojivales muy bonitas. En el centro había una gran mesa muy iluminada con todo tipo de manjares hechos de carnes, especies y vegetales; con frutas del bosque, variados zumos y pasteles, muchos pasteles. Cada cosa reflejaba su propia luz y todo parecía iluminado. Laurita y Marni, la urraca, ya se lanzaban a tan suculenta mesa cuando Valentina les dijo, como hablando para sí misma, pero en voz alta.

- Esto es muy extraño.

- ¿Otra vez con lo extraño? Claro, no es de extrañar que te resulte extraño porque nunca hemos estado en un lugar como este -dijo Laurita parándose y como enfadada-.

- No. Al igual que antes no me refiero a extraño como desconocido sino como incoherente -replicó Valentina con los brazos en jarras-.

- Otra vez con esa palabreja. Busca un sinónimo, Valentina, porque esa palabra te domina.

- ¿Sinónimo? Veréis: ¿no os habéis preguntado que todo esté tan iluminado y que sin embargo no haya luces ni lámparas? No puede ser. Eso ocurre sólo con las luciérnagas, como su propio nombre indica, ¿pero desde cuando una tarta de chocolate emite luz?

Y Laurita y la urraca se sentaron en un escalón que precedía a la mesa de los manjares y se quedaron pensando: Laurita rascándose la cabeza y Marni picoteándose sus plumas. Mientras tanto la gata Zinga había desaparecido. Y cuando así de ensimismadas estaban todas, un enjambre de moscas salió de no se sabe donde diciendo como en un murmullo.

- Bienvenidas a un lugar de acogida que existe desde siempre. Nuestro dueño os desea una feliz estancia. Aquí tenéis cuanta comida queráis, porque si se acaba habrá más, porque no veréis ni sentiréis que se agota. Dentro tenéis amplias habitaciones y confortables camas. También agua caliente. Una cosa: en las estancias hay muy poca luz, pero suficiente para reconoceros. Otra cosa más: no hay espejos, pero detrás del castillo hay un gran charco helado donde podréis patinar y ver vuestras imágenes reflejadas. Buen apetito.

Y las moscas desaparecieron como habían venido. A continuación todas, hasta la araña Patucas que llevaba Laurita en un bolsillo de la falda, comieron de todo hasta saciarse. Entonces les entró una modorra y quedaron dormidas al pie de los escalones. Al cabo de un rato despertó Laurita porque oyó un ruido raro y vio algo que le sorprendió sin saber porqué. Dijo en voz alta.

- Hermana, mira a esa mujer que está escalando una de las torres. ¡Con qué facilidad lo hace! Debe tener mucha fuerza.

Valentina hacía un rato que estaba despierta, aunque con la resaca de la copiosa comida, había visto lo que le señalaba Laurita y replicó.

- Sí, mucha facilidad, sobre todo porque sube ¡sin escala ni cuerda alguna! ¿No te has dado cuenta?

- Tienes razón, pero eso es imposible en el mundo real.

- ¿Y cómo sabes que estamos en el mundo real? -le dijo Valentina-. Nosotras vivimos en una cueva que a nosotras nos resulta real, pero que no sería real a nuestros padres o, incluso, a nosotras mismas cuando salimos de La cueva de los sueños.

- ¿Incluso? Bueno, ya hablaremos de esa palabra, porque esto si es un misterio si esto es el mundo real -dijo Laurita-.

- Y si no estamos en el mundo real, también el misterio está en cómo salimos de un mundo irreal, porque una cosa es entrar en una cueva irreal rodeada del mundo real y otra cosa distinta es cuando todo el mundo es irreal, porque en ese caso no podemos salir aunque salgamos: ¿no te parece? -señaló Valentina mientras permanecía absorta contemplando a la mujer que subía por la torre del castillo como si nada-.

Medio asustadas, pero satisfechas por la comida, se fueron adentro, hacia las estancias que las moscas-murmullo les habían prometido. Vieron muchas habitaciones, cada una con su cama, pero todas buscaron la estancia con la cama más grande, porque las gemelas y sus amigas dormían juntas. Incluso Zinga, la gata, había aparecido muerta de miedo, y de tal forma que se metió debajo de la cama. Durmieron, pero entre sueños oían murmullos como voces. No entendían lo que decían, pero aquello parecía que estuviera lleno de gente que conversaba. De vez en cuando se oía una voz más alta que otra, pero enseguida alguien señalaba silencio con los labios. Veían también figuras entre sombras, pero no les asustaban porque eran bonitas figuras que caminaban lentamente en los aires, con ligerísimos vestidos. Nunca vieron un movimiento brusco, sino que todo era como una danza lenta, muy lenta. Olía además todo muy bien, todo muy perfumado, como a sándalo. Y en mitad de la noche se levantó Laurita para ir al baño cuando tropezó con una mesa y tiró algo al suelo. Lo recogió y era un libro. Volvió a la cama y despertó a su hermana.

- Valentina, mira lo que he encontrado. Parece un diario porque al principio dice: Diario de Lucy”. ¿Lo leemos?

- Laura, eso no está bien. O eso dicen las personas mayores.

- Bueno -replicó Laurita-, pues entonces cuando lleguemos a mayores no lo leemos y ya está, pero de momento somos unas niñas.

- Pero Laura, si lo leemos ahora y no lo leemos cuando seamos mayores de nada servirá porque recordarlo es equivalente a leerlo. Eso es una incongruencia-.

- ¿Incongruencia? Cada día estás peor. Pero, razón de más para leerlo, porque ninguna de las dos sabemos lo que significa incongruencia.

- Está bien, lee, porque la curiosidad rompe cualquier incongruencia -replicó Valentina aburrida del empeño de su hermana-. Ambas abrieron el diario por cualquier sitio y este es el texto que encontraron:

Mi querida Lucy. Hoy vuelvo a ti con el pecho dolorido. Ya son más de dos años de tu ausencia y tu imagen es aún más nítida, más definida, más bella que la primera vez que te vi. Sabes que eres mi alimento y mi vida. Todo sin ti son noches y sombras. Nada consuela a un eterno moribundo. ¡Si al menos fuera mortal! Es tu amor lo que me haría mortal, es el único sentimiento que mitiga mi desgracia. Ni las bellezas de estos parajes en invierno ni el olor de las flores en primavera ya me sirven de consuelo. Condenado a la existencia y a tu ausencia, es una doble condena que nadie merece. Todas las leyendas sobre mi son falsas, inventos de las criaturas para mantener alejados a ladrones y curiosos. Sólo cambiaría tu amor por la risa, ni siquiera por la mortalidad. Pero si así eres feliz, yo no lo cambio por nada, por nada,… por nada”.

- Pobrecillo. Parece muy desgraciado, pero algo de lo que dice no nos resulta extraño -y ahora empleo tu palabra-, aunque sí que diga que la inmortalidad no le hace feliz, al revés que a nosotras. Eso sí es extraño -comentó Laurita-.

- Pero ya has visto lo de las nieves y nubes, lo de las moscas murmurantes, lo de la mujer que subía sin escalas, lo de la iluminación sin luces. Puede ser que estemos en un castillo, quizá en un país que todo funciona al revés. Ve al final del diario, porque otra cosa extraña del libro es que parece que es un diario de esa Lucy, pero parece escrito por alguien que se dirige a Lucy.

Hizo Laurita lo que le pedía Valentina y vieron un nombre.

- Valentina, hermana, pone “Dracul, conde de los Cárpatos”. Nunca hemos visto a un conde. Si tenemos suerte y vive en alguna de estas cientos de habitaciones a lo mejor le vemos.

- Te recuerdo que fuera de la cueva somos vulnerables. Ya lo sé, es otra palabra extraña, pero ahora estamos en otra cosa. No sabemos las intenciones. Además relee el tercer punto y seguido -dijo Valentina preocupada por la ingenuidad de su hermana-. Y Laurita leyó en voz alta el tercer párrafo: “Sabes que eres mi alimento y mi vida”.

- Puede ser una exageración. Eso es como cuando yo te digo: “si vuelves a darme otro susto igual te mato”. Tu sabes que no lo voy a hacer, pero lo digo, aunque no sé porqué. Y ahora que lo dices, también podría ser una cosa que a lo mejor tu no sabes, hermana, que ahora me ha venido a la mente -dijo Laurita como satisfecha-.

- ¿Qué cosa?

- Metáfora. ¿Qué te parece? ¿Sabes lo que significa?

- Creo tener una idea, pero dímelo a ver si coincidimos, porque si coincidimos podremos estar más seguras de lo que sabemos -le replicó Valentina en tono amable a pesar de todo-.

- Metáfora es como una imagen, como un espejo que refleja lo que queremos decir con imágenes, aunque lo real y lo que se refleja sean muy distintos.

Y como reflexionando, continuó Laurita.

- Yo no le daría más importancia al diario.

- Quizá tengas razón, pero lo que es un lío es quien lo ha escrito, porque al principio dice “Diario de Lucy” y al final aparece “Dracul” -dijo Valentina-.

- Creo que lo mejor será seguir durmiendo, porque a veces los sueños cambian la realidad. O a lo mejor esto lo estamos soñando y lo real esté al despertar. Por la mañana leeremos más párrafos del libro - dijo Laurita con cara de extrañeza-.

- ¿Párrafos? Ya no soy sola -repitió Valentina mientras se reía a mandíbula batiente-.

Durmieron todas. Bueno, todas menos la gata Zinga, que no pegaba ojo porque olía azufroso, y ese olor la ponía nerviosa. Por la mañana encontraron la mesa de nuevo llena de manjares. Sin embargo, en la mesa parecía que había un comensal. Laurita le dijo a Valentina.

- Mira que estatua más blanca hay en la mesa. Está muy bien esculpida -vaya palabra, pensó la propia Laurita-. Tiene un peinado de señora, pero parece un señor por las arrugas de la cara.

- Precaución Valentina. Yo también observo otras cosas. Mira que el vestido se mueve por el viento.

- Lógico, Valentina, todos los vestidos se mueven por el viento -dijo Laurita-.

- Sí, pero aquí los nuestros no se mueven, luego, ¿hay o no hay viento? Además fíjate que uñas tiene tan largas. Para ser una estatua de piedra las uñas parecen de verdad. A mí el corazón me pide irnos, pero la cabeza, no sé porqué, me dice que es mejor ir a la mesa sin hacer caso a la estatua -dijo Valentina-.

- Como si no estuviera. Perfecto, porque con algo que no se mueve podemos hacer como que no existe, cosa casi imposible si tiene movimiento. Vayamos. Además tengo hambre y el hambre me impide pensar, no como a ti, Valentina, que piensas mejor hambrienta.

Se acercaron las gemelas, aunque no la gata Zinga, ni la urraca Marni, que voló a lo alto de una torre del castillo para contemplar la escena. Comieron sin quitar ojo a la estatua. No se movía, pero Valentina, muy observadora, dijo a su hermana.

- Juraría que la estatua está menos seria que antes.

- Eso es imposible, porque entonces no sería una estatua sino una persona -contestó Laurita-.

- ¿Y de dónde hemos sacado que es una estatua? Es verdad que no se mueve, pero, por ejemplo, los mimos que no se mueven parecen estatuas y no por ello dejan de ser personas. Además, ¿quién vestiría a una estatua sentada a una mesa? ¿Y quién o cómo ha llegado hasta aquí, porque ayer no estaba? Y si de verdad es una estatua, ¿quién la ha puesto ahí? ¿Porqué no nos ha saludado esa persona? ¿Por qué nos teme o quiere que la temamos?

- Valentina, te haces muchas preguntas. Come, nos vamos y ya está.

Eso hizo Valentina mirando de reojo. Y cuando estaban acabando los manjares, especialmente la inmensa tarta de chocolate que estaba exquisita, una voz profunda y grave como saliendo de la estatua dijo.

- ¡Oh no me abandonéis tan pronto, mis pequeñas invitadas!

Valentina y Laurita se levantaron como impulsadas por un resorte y dieron un paso atrás. La voz continuó.

- Yo soy el conde del diario que habéis visto. He contemplado vuestros sueños que demuestran la pureza de vuestros corazones. Hace años que no hablo con nadie… humano. Aquí podéis permanecer cuanto tiempo queráis e iros cuando queráis también. Nada ni nadie os lo impedirá. Yo pertenezco a otro mundo, al mundo de las sombras y sólo puedo estar a la luz en forma de estatua. Vuestras estancias están por eso iluminadas, para que nadie, ni yo mismo, pueda haceros daño. Debéis prometerme que la carta leída la olvidaréis, que sé que podéis, a diferencia del resto de los humanos. Ahora seguir comiendo que no quiero importunaros.

Eso hicieron las gemelas, más por precaución que por hambre. Pasaron unos eternos segundos y Laurita preguntó a la estatua.

- ¿Porqué estáis solo? ¿No tenéis amigos? ¿Cómo os entrenéis?

Y la estatua contestó.

- En mi mundo no existe la amistad, porque la inmortalidad lo impide. Somos como los dioses del Olimpo, pero sin más cualidad que la mera existencia. Sí, estamos solos porque asustamos a aquellos que el temor, el deseo de riqueza, el egoísmo, ha teñido sus corazones. Se han hecho adultos, que dicen vuestros mayores. Sólo los corazones puros como los vuestros temen sólo a lo desconocido. Ese es un temor natural, porque la bondad no cubre a todos los seres. Mis antepasados fueron crueles y ese es mi castigo y mi fama. Se me acusa de hechos horribles que no he cometido. Y sin embargo, no soy perfecto porque la mortalidad en mí sólo es posible si mi alimento es esa cosa roja que corre por vuestras venas y arterias. Pero no temáis, porque yo he renunciado a la mortalidad desde que conocí a Lucy, la mujer del diario. Estuve a punto de acabar con ella, pero he caído en la inmortalidad y renunciado a ese alimento. Sé que Lucy vive. Sólo deseo que su recuerdo me consuele toda la vida; y llamo vidaa esto por llamar algo entendible a mi existencia. Vosotras y vuestras amigas sois libres de hacer lo que os pida vuestros deseos.

Entonces Valentina, Laurita y sus amigas acabaron de comer, se cogieron de la mano y desearon volver a La cueva de los sueños, a su hogar. Y una vez de vuelta, dijo Laurita.

- Me ha dado mucha pena, más aún que El monstruo del Laberinto. Parecía tan triste y tan solo, y así para siempre. Y pensar que estuvo a punto de matar a la chica del diario. Eso hubiera sido horrible. Tenemos que volver a verle porque ahora somos sus únicas amigas -dijo Laurita dirigiéndose a su hermana-.

- Ni lo sueñes, Laura, ni lo sueñes -replicó Valentina mientras se sentaba abriendo un libro-.

- ¿Y eso? ¿No te da pena? -preguntó Laurita-.

- Porque he recordado una historia que nos leyó Guille, el chico que iba dos cursos por delante de nosotras. ¿Te acuerdas que le gustaba asustarnos leyéndonos historias de miedo? Pues tengo aquí el libro que nos leyó y su final es distinto de lo que nos ha contado el conde -dijo Valentina con mucho énfasis-.

- No recuerdo nada. Quizá es que yo no estuviera ese día. ¿En qué es distinto?

- Que Dracul sí mató a Lucy.

Madrid, 28 de octubre de 2010

7 oct 2010

Lo que sí puede hacer el Gobierno ...

LO QUE SÍ PUEDE HACER EL GOBIERNO A PESAR DE LOS MERCADOS, BRUSELAS Y EL P. P.

Antonio Mora Plaza

Pasada la huelga parece que ahora le queda a los sindicatos y a la izquierda un momento de reflexión y, quizá, de autocrítica también. De la huelga parece a su vez que todo el mundo ha quedado satisfecho: los sindicatos porque dicen que ha sido un éxito, el Gobierno Central porque sólo le merece el calificativo de general para la industria y de muy escasa en el resto de los sectores, y el P. P. también está muy satisfecho porque ha aumentado su distancia de intención de voto respecto al PSOE y creen asegurada la llegada del Gran Vago a la Moncloa, que es lo único que les interesa. Podemos concluir que entonces ha sido un éxito porque ha dejado satisfechos a todos. Pero ahora se impone un minuto de reflexión por parte de la izquierda no gubernamental y los sindicatos; en cambio no exijo la reflexión a la derecha -en concreto al P. P- porque nunca han tenido esa capacidad como colectivo. En la derecha, el último que pensaba o reflexionó fue quizá Cánovas del Castillo y de eso hace tiempo. Adelanto que mi punto de vista es que tanto los sindicatos como la izquierda gubernamental o afín se han metido en una jaula de oro de la que ciertos tópicos les impiden romperla.

El Gobierno sí que está en una jaula, aunque no sea de oro, que le han fabricado los llamados finamente mercados financieros, las exigencias de Bruselas, el P.P. y la actitud golpista y de linchamiento de la derecha (que es casi toda la mediática) hacia la persona de Zapatero y contra los sindicatos. Ambos no han logrado defenderse, uno porque no sabe o ya no puede, los otros -los sindicatos- porque parecen, según declaraciones de algunos sindicalistas, perplejos de que la derecha mediática y alguna elementa del P.P. -como la señora Aguirre, pretendiente al trono monclovita- les intenten destruir mediaticamente. Volviendo al Gobierno, a todos los gobiernos de la Europa mediterránea, entramos ahora en un ataque de segunda trinchera. Los llamados mercados financieros, con la colaboración necesaria de las agencias de calificación, basaron sus ataque a las deudas soberanas de estos países en sus déficits, obligándoles por instituciones interpuestas (Bruselas) a imponer un calendario de acabamiento de los déficits. Y así se hizo con Grecia, dejando a este en la bancarrota, porque un país pierde su solvencia cuando los tipos de interés que tiene que pagar para la renovación de la deuda es superior -y más si lo es notoriamente- a la tasa de crecimiento posible y prevista de su economía. La irracionalidad de los mercados imponen pues criterios contradictorios porque sólo piensan en sus intereses presentes y perentorios, y luego ya se verá. Ello es así porque muchos de los fondos especulativos y no tan especulativos tienen problemas tanto de liquidez como de solvencia y necesitan hacer caja a corto plazo. No es que sean bobos -que también- sino que también se han fabricado su propia jaula, pero esperan salir de ella pisando sobre las cenizas de las jaulas de oro de los demás. Y ahora viene el ataque a la segunda trinchera. Una vez que ya han agotado los mercados financieros y especulativos su capacidad destructora mediante el objetivo de los déficits, ahora caen en la cuenta de lo que decíamos antes: que sin crecimiento no hay solvencia. Ahora ponen en duda el uno por la otra. Y el problema es que en economía no hay milagros y menos aún cuando los objetivos son contradictorios a corto y medios plazo: o se lucha contra los déficits o se crece, pero ambas cosas a la vez es un imposible. Los gobiernos de Grecia, Irlanda, España y Portugal no fueron capaces de luchar contra estos criterios y contra la derecha mediática que los avalaba desde la ignorancia. ¿Hay más trincheras? De momento no aparece pero podría aparecer: la inflación. Sólo hay que leer la historia económica del siglo XX. Pero esta tercera trinchera aún no aparece en lontananza.

Para mayor gravedad, los gobiernos han reaccionado imponiendo medidas a sus opiniones públicas que se han presentado contradictorias entre los hechos y sus fines. Se dice ahora en España -pero igualmente en el resto de los países- que la reforma laboral no servirá para crear puestos de trabajo y que la venidera reforma de las pensiones no es perentoria. ¿Porqué se hacen o se presentan ahora con tanta premura? Se reconoce sotto voce que vienen impuestas por los llamados mercados financieros y no por los supuestos efectos que se presuponen. Es un caso de histerismo institucional, compartida por los especuladores y los gobiernos y patrocinada por Bruselas. Ante esta neurosis institucional tarde o temprano los gobiernos más afectados han de plantarse ante los mercados -y mejor cuanto antes y en comandita- y preferir pagar algunos cientos de millones por la prima del diferencial de intereses que hundir la economía aún más si cabe. No queda otra porque los especuladores no van a parar. Ya lo hicieron hace dos décadas con la serpiente monetaria, obligando a la devaluación de la peseta y de la lira, y a la libra la sacaron del sistema. Y eso por no remontarnos más atrás o más adelante. El problema es que ahora la Unión Europea, la Unión Monetaria se ha convertido en colaborador necesario de los especuladores, que son los que determinan a quienes prestan el dinero suficiente que permita que bajen o no crezcan los tipos. Y aún así, a pesar de que los gobiernos griegos e irlandés han seguido a pie juntillas las recomendaciones de Bruselas, de los especuladores (mercados financieros), de las agencias de calificación y del FMI, han situado en la quiebra técnica a Grecia y a Irlanda. Con Portugal están a punto de conseguirlo. Con España lo han intentado, de momento no lo han conseguido, pero no soltarán la presa hasta que España empiece a crecer a pesar de la política de contención del déficit. Es curioso de que no existe evidencia empírica de que una política deliberada de contención brusca del déficit haya permitido salir de la crisis a ningún país; ha sido justamente lo contrario: creciendo es como se ha amortizado la deuda -que es la suma de los déficit del pasado-, cosa que hizo España en el primer y parte del segundo gobierno de Zapatero. Y sin embargo, los contables de Bruselas, los del FMI, la derecha mediática ignorante e incluso Mr. Mafo, siguen recomendando lo contrario de la evidencia histórica: ¿de dónde han salido estos tipos?

A pesar de todo hay margen de maniobra, pero en temas que se apartan del debate de si déficit primero y luego crecer o al revés. Veamos algunas medidas que pueden tomarse a corto y a medio plazo para buscar la senda de la jaula de los mercados, de Bruselas y las políticas a las que obligan.

a) Reforma laboral. Hay una medida que debieran exigir los sindicatos, aparte de la consabida petición de retirada de la reforma. Una medida en positivo y no sólo la del no. Antes una reflexión. Es cierto que nuestro mercado es dual por la creación de los contratos temporales desde la época de Felipe González. Incluso ahora, después de la reforma que pretendía, según sus autores, acabar con la temporalidad, la temporalidad ha subido. Sin embargo -y esta es mi opinión- con esa dualidad no se acaba con medidas meramente jurídicas, meramente normativas, si éstas dependen de un supuesto buen comportamiento de los empresarios y contratadotes. Creo que una medida sería dividir el salario mínimo en dos: uno para lo contratos temporales y otro para los indefinidos, siendo mucho mayor el nivel mínimo de los temporales que el de los indefinidos. Esta medida tiene una racionalidad económica que ni los propios sindicatos han valorado. Una medida así permitiría y dejaría en evidencia a los empresarios. De esta forma tendrían realmente los empresarios dos alternativas para gestionar laboralmente la empresa: contratar temporalmente y pagar más caro los costes laborales mensualmente o contratar de forma indefinida y pagar más caro los costes de despido. Por supuesto y complementariamente con ello, debería producirse un aumento sustancial de ambos salarios mínimos porque el actual no serviría para estos fines. Con salarios bajos no se moderniza ningún país. Hay que ir a lo que se conoce en la literatura económica de salarios de eficiencia. Una alternativa así permitiría a las empresas y a los verdaderos empresarios montar empresas con una mayor proporción de contratos temporales al principio, para consolidar la empresa posteriormente con una mayor contratación indefinida. Una medida así permitiría a los verdaderos empresarios desalojar del mercado a los que montan chiringuitos sin más fin que hacer caja a corto plazo, defraudando a Hacienda, a la Seguridad Social y a sus trabajadores. Además, la graduación del salario mínimo evitaría a los gobiernos los saltos bruscos y en el vacío que supone las reformas meramente jurídicas, como la actual sobre las causas del despido. Desgraciadamente esta posibilidad no ha sido contemplada ni siquiera por los propios sindicatos y se han quedado empantanados en el no y en lo meramente jurídico, como si el BOE pudiera crear puestos de trabajo por sí sólo. Las medidas jurídicas pueden garantizar o ayudar a garantizar derechos laborales de los que tienen empleo, pero no pueden obligar a crearlo. Eso es así en el sistema actual, el capitalista y no depende de que estemos en una economía de mercado, porque el mercado seguirá existiendo, como diría Marx, en cualquier modo de producción. No es que no sea deseable otras medidas complementarias a estas, pero en mi opinión esta sería imprescindible

b)Tamaño de lo público. España ha llevado un retraso secular en el tamaño de lo público respecto al conjunto de la economía en comparación con los países centrales europeos (Francia, Alemania, Holanda) y mucho más respecto a los nórdicos. Según datos de eurostat, el tamaño relativo de lo público en la Europa de los 16 era de media del 44,4% a finales del 2009 y cifra similar respecto a la Europa de los 27 (44%); para España eurostat da la cifra de un 34,7%, ¡casi 10 puntos menos de porcentaje¡ Si nuestro PIB es de 1,051 billones de euros, eso supone que el sector público -o lo público en términos generales- sufre un retraso respecto sólo a la media europea de ¡100.000 millones de euros! Sólo con este dato, los sindicatos tienen una respuesta evidente al Gobierno que no puede ser contestada por Bruselas: aumente usted un punto por año el Sector Público, los ingresos públicos, las decisiones desde lo público mediante las pertinentes reformas fiscales, al igual que hacen por media el resto del club de Europa; obtenga y aumente por este motivo estos millones marginales en el Presupuesto, y cuando lo haya hecho hablamos de la reforma de las pensiones. Además devuelva usted a los pensionistas y a los funcionarios lo que les ha quitado. Los datos son irrefutables. Sólo tiene el presidente saber traducir government revenue por ingresos públicos y GDP por PIB: nada más. La referencia en Internet viene a pie de página[1].

c)Lucha contra el fraude. Se han hecho estudios, aunque ya no tan recientes, que estimaban el nivel de la economía sumergida en España del 20%. Sabemos que en los momentos de crisis esta aumenta, por lo que este mínimo, aunque hubiera bajado en la reciente época de bonanza, ha debido aumentar y alcanzar una cifra similar. De hecho, ha sido sospechosa la tremenda bajada de la recaudación de los impuestos del IVA y Sociedades del año 2009 y su recuperación posterior. Esta bajada ha supuesto más del 60% del déficit que no se justifica -sobre todo en el caso del IVA- con la caída de la actividad económica. Pues bien, si los ingresos públicos -que son en más de un 90% fiscales y de los cotizantes de la Seguridad Social- han sido en el año 2009 de 365.000 millones de euros (un 34,7% sobre 1.051.151 millones de PIB, según datos de eurostat), ello supone que el conjunto de las Administraciones Públicas han dejado de recaudar por efecto de la sumersión una cifra en torno a 73.000 millones de euros (un 20% sobre 365.000 millones de ingresos públicos). Eso, suponiendo que la recaudación potencial de lo sumergido es equivalente (isomorfa) a lo recaudado, cuando cabe pensar que debe ser mayor la proporción de lo no recaudado precisamente porque lo sumergido y lo defraudado se auto-alimentan. Si sumamos estos 73.000 millones de menor recaudación por lo sumergido con los 100.000 millones derivado de nuestro deficiente tamaño público, eso supone que el tamaño de lo público podría aumentar ¡casi un 50% respecto al actual! sin que Bruselas lo pueda impedir y que solo lo puedan lamentar las fuerzas de la derecha política (el P.P) y los medios de comunicación afines. Más fácil aún para los sindicatos en sus reivindicaciones y en sus negociaciones próximas. Y más aún teniendo en cuenta que cuando llegue Rajoy a la Moncloa en el 2012, hay que recomenzar de nuevo la lucha, no sólo por estos motivos, sino por los atentados desde el BOE que sufrirán además los derechos civiles, la ley de la dependencia, la privatización de la Sanidad Pública, la Educación, la investigación, la Cultura, etc.

d) Banca Pública. La creación de un sector del crédito público es imprescindible, no tanto para esta crisis, sino para las venideras. Da igual que la causa de la crisis se haya originada en el sector financiero como creen algunos o que la haya alimentado como creemos otros. El caso es que el sector privado y único del sector financiero de los países occidentales ha coadyuvado a la crisis, potenciando y abaratando el crédito en los momentos de auge especulativo -principalmente inmobiliario- y ha potenciado aún más la depresión en estos momentos, restringiendo el crédito, incluso a pesar suyo, por la necesidad de priorizar la solvencia de las entidades. Es un caso más de cómo los intereses privados, cuya guía son las cuentas de resultados, están en contradicción con los intereses generales. Adam Smith estaba equivocado por más que los neoliberales que detentan el poder económico -no me refiero ahora a los gobiernos- hayan convertido el libro del escocés en la biblia o el corán de los mercados, en el santo y seña de su ideología. Un sector del crédito público debería tener una política crediticia y avalística anticrisis y contracíclica, aminorando el crédito en los momentos de bonanza y potenciándolo en los momentos de crisis, siempre con efectos compensatorios de la actuación de los sectores privados del crédito. Ello llevaría inevitablemente a un aumento marginal de la morosidad y la incobrabilidad en esta banca pública. Pues bien, ese aumento marginal -y sólo ese- lo pagaría el resto del sector privado inversamente proporcional a su comportamiento crediticio y avalístico, pagando y aportando más a un fondo a crear aquellas entidades de crédito más remisas a la concesión del crédito y menos las más activas a pesar la crisis. Esta reforma es imprescindible. Bruselas pude poner todo tipo de objeciones, pero ha permitido no sólo la intervención de lo público en la crisis, sino ¡la compra de bancos enteros! en Irlanda, Reino Unido, Francia, Alemania, Bélgica, etc. Si ello no se permitiera habría que abrir un debate que ya debiera abrirse por el resto de la actuación de la Unión Monetaria, el BCE, el ECOFIN, etc.: ¡así, no!, ¡con esta política monetaria y económica de la UE no queremos estar en la Unión. Al menos, como el Reino Unido, no queremos estar en la Unión Monetaria!

Hay otras reformas más a medio plazo, como la vuelta al menos al control del sector energético mediante algo más que la acción de oro que se cargó el nefasto Aznar; una reforma de la educación profesional y no la que ahora se haya en debate; una reforma fiscal en profundidad para que paguen más lo que más tienen; un debate sobre el modelo de Estado para ir a un estado federal sin privilegios autonómicos, etc., pero las anteriores, en mi opinión, son imprescindibles.

En cuanto a los sindicatos quizá no sea yo quien para decir lo que deben hacer o reivindicar, pero creo que tal como están estructurados internamente no les permite la reflexión de verdad, a fondo, cuestionándose todo, y no sólo estar a la espera y a la defensiva de los grandes cambios que otros proponen. La visión del sindicalismo como mero gestor de las condiciones laborales se ha quedado obsoleta. La posibilidad de que los sindicalistas discutan de política económica, de fiscalidad, de modelo de Estado, de Presupuestos, de lo ecológico, etc., aterra a la derecha, que quiere ver a los sindicatos constreñidos a lo clásico, a la negociación colectiva como mucho, y aún esta desagregada empresa por empresa. Pero para dar estos pasos adelante necesitan renovarse los sindicatos de arriba abajo, con el fin de que sean más fuertes, de que lleguen a más, de que sean ejemplares, tanto como instituciones privadas como los miembros que los componen. En mi opinión deben abandonar definitivamente tópicos y milongas como la de las bondades y posibilidades de cambios de modelo para crear empleo, por ejemplo. No había modelo más creador de empleo que el que teníamos. Lo que pasa es que era insostenible económicamente y éticamente repugnante. Se basaba ciertamente en la especulación y en el efecto Ponzi. Eso se ha acabado por el momento, aunque volverá, porque el crecimiento sobre el ladrillo siempre vuelve como el turrón, aunque su período es mayor que un año. Los sindicatos deben saber además que el Gobierno Central y el conjunto de los gobiernos autonómicos no tienen poder económico ni político para cambiar de modelo. No estamos en una economía planificada, ni siquiera en lo o desde lo público. Estamos en una economía de mercado, donde las decisiones de inversión la toman los empresarios mirando sus cuentas de resultados y no los intereses generales del país. Esto es el capitalismo, en el que estamos, nos guste o no nos guste. Lo sindicatos deben saber también que el maná del I+D+i sólo da para crear unos cuantos miles de puestos de trabajo. Es imprescindible la investigación, la innovación para subsistir en el mundo actual dada la situación económica de España, su historia reciente y su situación geográfica, pero nada más. El I+D+i es una migaja en el pan del empleo que hay que cocinar. Cuanto antes se convenzan los sindicalista mejor, porque si no les puede pasar lo que les ha pasado al Sr. Toxo y al Sr. Méndez: casi dos años negociando para nada. También deben convencerse de que tarde o temprano el Pacto de Toledo ha de romperse. Hasta el P.P. habla de que hay que negociar las pensiones dentro de ese pacto. No es que las pensiones estén en peligro a corto y a medio plazo en un sistema de reparto como el español, pero sí lo pueden estar las pensiones contributivas si estas han de depender exclusivamente y para siempre de las cotizaciones, porque la relación entre pasivos y activos, entre beneficiarios y cotizantes, aumentará ineludiblemente por al menos dos motivos: porque vivimos más y porque queremos vivir sanos. Con los 173.000 millones de euros de déficit de lo público que he calculado antes se asegura la solidez del sistema, pero con la condición de que tarde o temprano una parte de las pensiones contributivas se paguen con los impuestos. ¡En qué biblia económica está escrito que el monto de las pensiones contributivas tienes que ser menor o igual que el monto de lo recaudado por las cotizaciones!

Madrid, 7 de octubre de 2010.


Peludo, hasta siempre

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la luz es el optimismo de la razón

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muros, ni para lamentaciones

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¿Por qué?

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planchando la oreja

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¿naturaleza muerta?

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el mamífero perfecto

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