19 sept 2010

Un nuevo fascismo recorre Europa

UN NUEVO FASCISMO RECORRE EUROPA

Antonio Mora Plaza

Se ha hablado mucho de las analogías de la crisis económica actual con la crisis del 29 del siglo pasado, con la Gran Depresión, pero, por desgracia, están por venir las consecuencias sociológicas, históricas y políticas de la recesión actual. Parece fuera de duda de que una de las causas del fortalecimiento del nazismo alemán y del fascismo italiano -que apareció antes- estuvo en el empobrecimiento de las clase populares a consecuencia de la depresión antaño. Las consecuencias últimas de la Gran Depresión quedaron camufladas por otras de las consecuencias indirectas de las dos anteriores: la II Guerra Mundial. La Gran Depresión constó indirectamente unos 50 millones de muertos. No es que no tuvieran responsabilidad en esa guerra de exterminio los Hitler, Mussolini, Franco y compañía, pero estos criminales no hubiera llegado a tener el poder capaz de hacer sus fechorías si no les hubieran aupado las clases populares empobrecidas y deseosas de echarles la culpa a alguien de su situación. De los ricos o favorecidos por la fortuna o la herencia no hablo porque estos tienen el poder del dinero y la riqueza, y la política es para ellos el salón de baile donde se apuntan al baile que mejor les hace mantener sus privilegios. Por el contrario, y desde la creación de los incipientes Estados de Bienestar por Bismark en Alemania a mediados del siglo XIX, los asalariados, agricultores, profesiones liberales, o los que ahora se llaman genéricamente autónomos, dependían ya en gran medida, a la altura de los años veinte y treinta del siglo pasado, de una sanidad pública mínima y de una educación pública ya no tan mínima. Eso en Europa. Es decir, no es que solamente un cuarto de la población USA se quedara en paro en la Gran Depresión y cifras parecidas en los países europeos, sino que, entonces como ahora, se despertaban las corrientes de pensamiento tendentes a privatizar esos bienes públicos. Entonces, la corriente de pensamiento económico dominante de la que participaba las elites dominantes y gobernantes era el liberalismo, que propugnaba que si el mercado dominara todas las funciones de producción y distribución de los bienes materiales no podría haber paro si, además, había total flexibilidad de precios y salarios. Todo esto lo recogía y lo explicaba Alfredo Marshall en un libro de texto utilizado por todas las universidades occidentales de la época: Principios de Economía; también por Walras con su equilibrio general. El marginalismo también ayudaba a todo esto. Pero la realidad fue por otro camino. Ahora ocurre algo parecido con la deriva neoliberal, sólo que no hay un líder intelectual que represente el neoliberalismo, y menos aún muertos Hayek y Friedman. Además, el fracaso de esa concepción basada en el principio de que cuanto menos Estado y más mercado, mejor, la crisis actual la ha dejado intelectualmente en la cuneta, aunque permanezca durante mucho tiempo en la enseñanza por motivos de inercia histórica, de ideología y de intereses económicos. El problema es grave porque todas las decisiones que han tomado los burócratas de Bruselas y la cancillera alemana se basan en principios neoliberales. Sólo Obama y antes -forzado por la necesidad- Bush han escapado de ellos practicando keynesianismo, a veces solo de derechas (Bush) y a veces mezclado con keynesianismo de izquierdas (Obama). En Europa, dirigidas las instituciones europeas por meros contables -aunque con título de economistas y otros desde la ignorancia-, siguen imbuidos de neoliberalismo y han exigido a los países de la UE que lo primero es cuadrar los balances de las cuenta públicas, creídos de que eso será suficiente para salir de la crisis. Cuando haya que pedirles cuentas, los Almunia, la Merkel y compañía ya no estarán.

Volviendo a las consecuencias sociales de las crisis y del fracaso de las políticas -o mejor dicho, de la falta de políticas- europeas para salir de la misma, ya se están manifestando en forma de nuevas formas de fascismo disfrazados de populismos -por el momento- en Francia, en Suecia, en USA con el Tea Party; antes ya lo habían hecho en Italia, Holanda, Austria, Polonia. En España es un caso especial, porque la forma de fascismo específico que fue el franquismo no ha desaparecido de la sociedad ni de la política; simplemente se ha enquistado y camuflado en forma de un partido político y de un líder natural: el Partido Popular y Aznar, respectivamente. Éste gobernó durante ocho años, pero, por puro electoralismo, no llevó a cabo sus presupuestos ideológicos esperados por sus votantes; votantes que una mayoría se consideran herederos de los vencedores de la Guerra In-civil española. Aznar es un caso curioso, porque ha llegado tarde y pronto a la vez: tarde, porque su actitud, sus ideas (aunque simples) y sus apoyos son propios de un falangismo tardío, ya inoperante para la derecha española; demasiado pronto, porque es ahora cuando podría convertirse en el líder, en España, de las nuevas corrientes popular-fascistas europeas y norteamericanas. No hay duda que el Partido Popular representa el franquismo tardío. De ahí su renuencia a condenar la dictadura franquista, de ahí los obstáculos para implementar la ley de la memoria histórica, de ahí la permanencia de un ex-ministro del dictador (Fraga) como, nada menos, uno de los presidentes del partido; de ahí el golpe de Estado de Aznar a la Resolución de la ONU en la guerra contra Irak, de ahí su oposición a la ley del aborto, del divorcio, del matrimonio homosexual, etc. Este partido es incapaz de aceptar los principios democráticos con todas sus consecuencias por miedo a la pérdida de votos. De ahí, por ejemplo, sus ataques a las instituciones democráticas, a la policía acusándola sin pruebas, a los jueces cuando dictan sentencias y autos que no les convienen. En Italia, Berlusconi, el gran bufón de Europa, ha llegado más lejos y ya se ha cargado el Estado de Derecho al sacar leyes -junto con el Parlamento- con efectos retroactivos para impedir ser juzgado por su tropelías económicas. Y ello sin entrar en las formas que son, simplemente, repugnantes. Pero el problema no es el gran bufón, sino la mayoría de italianos que lo votan elección tras elección. Y esto sucedía antes de la crisis actual. Se pueden analizar en sociología política las causas y seguro que las habrá, pero en política es más importante el qué hacer que el qué pensar.

La crisis actual refuerza -pero no necesariamente causa- las corrientes popular-fascistas actuales, que empiezan a manifestarse, de momento con vergüenza; luego, ya veremos. En Francia, la patria del Estado de Derecho, su presidente ha expulsado a una etnia saltándose el principio del Estado de Derecho de que los delitos -si los hay- son personales y no colectivos. En España lo hizo ya Aznar con los emigrantes que mandó drogar y llevarlos en avión fuera de España con las palabras de: “teníamos un problema y lo hemos solucionado”. La Europa actual y USA, incluso cuando tienen aparente intenciones democráticas, confunden democracia con meras elecciones, como por ejemplo en Irak y ahora en Afganistán. Y, además, hay un algo común en todo estos dirigentes europeos: su nulidad intelectual. En su estudio sobre Mirabeau o el político, acaba Ortega y Gasset con una cita del maestro Leonardo (da Vinci): “la teoría es el capitán y la práctica sólo el soldado”. Ahora, en Europa al menos, sólo hay soldados de la política. Nadie piensa: cuando sobreviene un problema -como la actual crisis- tiran de receta, aunque el producto esté caducado.

¿Qué hacer ante esto? En primer lugar darse cuenta del problema. En 1933 el partido de Hitler ganó la mayoría relativa del Parlamento con un 40% de los votos, gran parte de ellos obtenidos de las clase populares. Cuando los partidos populares (DVP, DSTP, DNVP) y socialdemócratas de la época quisieron reaccionar ya era demasiado tarde; además estuvo el error de los comunistas alemanes de poner en el mismo platillo al partido nacional-socialista (nazi) y socialdemócratas (social-fascistas según los comunistas). Es un ejemplo de error histórico de gran calado. Sindicatos y partidos de izquierda tienen que aceptar que las corrientes populistas que acaban apoyando luego a los fascismos no son de otro planeta, sino que están en la base social de sus apoyos y de su votantes. Aceptar el hecho, pero denunciarlo y acabar con ello en el huevo antes de que rompan el cascarón. Por supuesto que hay una parte de la población proclive a los fascismos que está en la capa de los privilegiados o que se consideran como tales, pero estos nunca son suficientes para que, al menos electoralmente, puedan llevar al gobierno a su líderes naturales (a los Le Pen, a los Aznar, a los Berlusconi, a los Bush, a los hermanos Kaczynski, etc.). Les hace falta la crisis o les viene muy bien, al menos, para conseguir esos apoyos extras -pero imprescindibles- para pasar por el obstáculo de los sistemas electorales. Luego, ya se verá; ya se verá si hay que hablar en la intimidad con los catalanes de turno o hay que fusilar a su presidente (Franco con Companys en ¡1940!); o utilizarlos de momento y luego ya se verá (Berlusconi con la Liga Norte). De momento los dirigentes europeos se están plegando en parte a las corrientes populistas xenófobas, como es el caso de Sarkozy, expulsando a los gitanos ¡franceses! de Francia, y los dirigentes europeos comprendiéndolo, como es el caso del presidente español. Tarde o temprano hay que poner un coto de no va más y cerrar ese casino, y si los gobiernos no lo ponen, habrá que obligarles a que lo hagan, lo mismo que se intenta hoy poner coto a las exigencias europeas de acabar contablemente con los déficits presupuestarios a costa del empleo el día 29 de septiembre.

Madrid, 19 de septiembre de 2010.

3 sept 2010

Las dos Españas... y media

LAS DOS ESPAÑAS... Y MEDIA

Antonio Mora Plaza

Hojeaba estos días el que creo que fue la primera novela ya seria -si tal se puede considerar- que leí casi de niño: era nada menos que “Paz en la Guerra”, del otro gran Miguel de España, el vasco, el gran sufriente, porque creía en Dios -lo pongo con mayúscula por respeto al lector creyente- con el corazón, pero no podía aceptarlo con la cabeza. Gracias a eso nos dio el gran Unamuno tan magníficas novelas, tan apasionados versos, tan profundas y laceradas reflexiones. El libro es una colección de vivencias de su infancia en su Bilbao natal, envuelto en la III Guerra Carlista (1872-1876). Justifica su obra diciendo que era “en lo que se pensaba, se sentía, se soñaba, se sufría y se vivía en 1874, cuando brizaban mis ensueños infantiles los estallidos de las bombas carlistas, podrán aprender no poco los mozos, y aun los maduros de hoy”. Escribe Don Miguel en 1923. Lo de “Paz en la Guerra” es una boutade trastocando el título de la obra de Tolstoi, “Guerra y Paz”. Él era así. Recuerdo otra boutade suya que decía: “yo no soy hombre de partido: aún estoy entero”. Las guerras carlistas han sido las guerras civiles del siglo XIX de nuestra Historia, y todo por un quítate tú, Isabel, que me pongo yo, D. Carlos María Isidro. ¡Lo que costó a nuestros tatarabuelos en vidas, desastres y atrasos, colocar, en este caso, a una reina! Da igual que fuera rey o reina, el coste era el mismo. No somos diferentes de los europeos, que a otros les ha costado también lo suyo, tanto para ponerlos como para quitarlos. Cuenta Unamuno que unos carlistas se lanzaban al ataque gritando: “¡Viva Dios! ¡Guerra al Infierno y sus satélites!”. Lo de los satélites queda muy de Sistema Solar. Había dos bandos, es cierto, pero el bando mayoritario de la burguesía -que es la que entonces pintaba o, al menos, contaba la historia- cantaba una canción que decía:

A mí que me importa

de paz ni de guerra.

Pirata de tierra

yo tengo que ser

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Cuento las monedas de oro

Y ¡viva la religión!

Claro que, no siempre, los bandos se lo toman tan a pecho como los carlistas del Infierno y sus satélites. También cantaban:

Cuando se van a sus puestos

los soldados de la octava,

además del armamento

llevan siempre la guitarra.

Todo esto los recojo del libro de Don Miguel. Releyendo y hojeando su libro me venía a la mente los sucesos de Montejurra, esta vez como víctimas los nuevos carlistas del siglo XX, o una facción de ellos. Corre -o anda- el año de 1976. Murieron dos personas y entonces era ministro de la Gobernación, claro está, el inefable Manuel Fraga, uno de los 3 presidentes del P.P. actual. Sé que mezclar, aunque sea tan indirectamente, a Unamuno con Fraga es casi repugnante, por lo que pido perdón. ¡La primera guerra carlista comienza en 1833 y los últimos coletazos del carlismo tienen lugar en 1976! Y que yo sepa aún existen varios partidos o facciones, ahora creo que legales. Las guerras carlistas forman parte de nuestra Historia y hasta hace poco... de las conciencias de algunos. Y estas guerras fueron localizadas, esporádicas, aunque siempre asomaban por los oteros de la Historia sus rebrotes y sus coletazos ¿Y quieren algunos que olvidemos la Guerra In-civil de nuestro siglo XX y, sobre todo, los 40 años de franquismo? Tarde o temprano lamentará la derecha, el P. P., los 40 años de dictadura, aunque sea una dictadura ganada e implantada por sus ancestros ideológicos. Yendo de nuevo al XIX, había dos Españas, la tradicionalista, encarnada su violencia en los carlistas, y la España cristina, la de Isabel II, la de la democracia, la liberal, claro está, a la manera de la época, porque esa democracia hoy no pasaría el corte del mínimo de democracia exigible. Eran otros tiempos. Por supuesto, estaba la España de la incipiente burguesía que contaba Josep Fontana en un librito que también leí hace tiempo que llevaba el título de “Cambio económico y actitudes políticas en la España del siglo XIX”. A lo mejor ya se ha quedado obsoleto, pero uno se resiste a revisar nuestras lecturas y a nuestros maestros de antaño. Todo pasa y todo queda. Así ha pasado con el carlismo y con la Guerra In-civil y con los 40 años de franquismo. Y no pasa la Historia porque aún los herederos del franquismo siguen obstaculizando lo que pueden para que los vencidos puedan desenterrar a sus muertos; muertos o asesinados en las cunetas y en las plazas, la gran mayoría porque defendían o simplemente representaban la legalidad de entonces.

A veces quiero pensar que ya no hay dos Españas, pero cuando oigo hablar mal de España en el extranjero al Aznar, halagar la dictadura franquista al Oreja, tratar por igual a los dos bandos a la Aguirre, decir las trivialidades que dice ese señorito andaluz que es el Arenas, atropellar el habla mirando al cielo a Fraga, ufanarse de impunidad e inmunidad a la justicia al Camps, al Fabra, saltar cual heredera del régimen del P.P. a la Rita, leer a los articulistos del ABC, el bastión mediático de la dictadura, me digo: he aquí el rescoldo, gigantesco rescoldo, del franquismo. Ahí están, y con ellos, parte de su militancia y parte de sus votantes. Y digo parte porque quiero ser optimista y me puede más el oteo al futuro que la ceñuda mirada al pasado. Sí, esta es la herencia del franquismo y de lo que el franquismo recogió del pasado. Ahí está la España tradicionalista, siempre negada al progreso y al optimismo, devota de Frascuelo y de María, las de las procesiones excluyentes y exclusivas, la de los toros como pan y circo para solaz del poder institucional, la de Santiago (Matamoros) y cierra España, la de los curas y monjas en la enseñanza pública y concertada, la España de Rouco y Camino; también la del fallecido monseñor autor de “El Camino”, la España del arzobispo Plá y Daniel de entonces; la de antes roja que rota, la de la prohibición del aborto para los pobres porque los pudientes tienen a la Pérfida y Suiza para tal menester. Todas estas Españas, lo que representan, la de sus herederos biológicos -aunque no en todos los casos- y, sobre todo, ideológicos, añoran en lo más profundo la dictadura franquista o similar, y ven en el P. P. el reflejo que viene del pasado. Porque el futuro no existe, pero el pasado sí, porque las personas no somos peces sin memoria, sino todo lo contrario: somos personas -o somos la misma persona- en la medida que tenemos memoria, para bien y, a veces, para mal, esa misma memoria que nos quiere quitar la derecha franquista de ahora.

Sólo quieren el poder porque llevan un tiempo sin tenerlo. Lo tuvieron 8 años con Aznar, 40 años con Franco y desde siempre antes que el dictador, salvo breves períodos de tiempo, aunque también discutible si es que lo llegaron a perder o sólo lo cedieron para volver con más brios a por él, para poder emplear la razón de la fuerza si la fuerza de la razón -la suya- no les llega. Para la derecha, versión actual P. P., la democracia es sólo un sistema electoral, un trámite, una barrera que hay que saltar y, a veces,... asaltar, para llegar a su finca llamada “España”, y para mantenerlo como sea posible, unas veces por el borde de dentro de la democracia y, otras, por el borde de fuera si no queda más remedio. Sí, porque para la derecha, versión hoy del P. P., para llegar o mantenerse en el poder siempre hay remedio, con elecciones o golpes de Estado, con caciquismo de antaño o con bolsos de Louis Vuitton o pantalones de hogaño. O con recalificaciones según convenga.

La transición se hizo como se pudo, probablemente, y no tengo nada que decir a los que iban -íbamos, con perdón- desde la lucha contra la dictadura, pero nada de modélica, por favor, porque siguieron los mismos políticos de la dictadura en la política, muchos de los mismos jueces y catedráticos que juraron los Principios Generales del Movimiento siguieron juzgando y enseñando, en definitiva, mandando. Ahora y en la Transición, esas mismas personas, con esos mismos cargos, salvo por los cambios institucionales, siguieron en la democracia. Y con esa lacra hemos tirado y seguimos tirando. Sólo la edad ha podido con ellos. Atado y bien atado. Hace poco murió un juez del Tribunal Supremo -García Calvo creo que se llamaba- que había sido Jefe Provincial del Movimiento en Málaga, ¡en la Málaga de la Guerra In-civil! ¿Cómo acabar con las dos Españas, con la España de los vencedores y de los vencidos? Con mucha memoria histórica, con el reconocimiento de que no había exactamente dos bandos, sino el bando de los curas, militares y aprovechados, contra el bando de la legitimidad republicana, de la democracia de la época. Y lo que hubo de dos bandos fue la España que representaba el futuro, la justicia, la razón, la cultura, la de los derechos civiles y la de algo más de igualdad, frente a la España de la confesión y las sotanas, la de la luz de Trento, la católica a machamartillo y para todos guste o no guste con el brazo secular de la ley, la de los militares pos-Gloriosa, la del analfabetismo agrario, la España antisocialista, anticomunista, antinacionalista, la neoliberal como excusa (E. Aguirre), la del pelotazo pre-crisis, la burladora de la razón, la justicia y la ética (Camps, Fabra), la de los 40 años exiliando, apropiando, encarcelando, asesinando. Toda esa España aún sobrevivirá durante mucho tiempo, como ha sobrevivido la España del primer, segundo y tercer carlismo, hasta, al menos, Montejurra. La Guerra In-civil y los 40 años de dictadura marcarán nuestro siglo y hasta alguno más, lo mismo que forma parte de nuestra historia y de nuestra conciencia histórica la España celtibérica, visigoda, romana, mora, la España de El Cid de la épica, la de Lepanto vencedora, la de la Armada Invencible vencida, la del Descubrimiento (encontronazo), la del Imperio que no se ponía el Sol, la de Trafalgar, la del Peñón, la de los últimos de Filipinas y de las últimas en Cuba. Aznar quiso pasar a la Historia con lo de Perejil, pero creo que las cuatro cabras y los dos soldados marroquíes que había allí no daban para tanto. Sí, hay ahora más Españas, la del progreso, la de los derechos civiles, las nacionalistas de derechas y alguna que intenta ser nacionalista y de izquierdas; la España integrada en la Unión Económica, para bien y para mal. Hay ya muchas Españas, hay 17 Españas vergonzosamente autonómicas porque debiera haber una España orgullosamente federal. Pero detrás de tantas Españas, habrá, para bien y para mal, dos Españas, la de los vencedores y la de los vencidos, y eso será para siempre. El que quiera engañarse, que lo haga, pero por favor, que no busque beneplácitos y consensos ajenos.

Madrid, 1 de septiembre de 2010.


Peludo, hasta siempre

Peludo, hasta siempre

la luz es el optimismo de la razón

la luz es el optimismo de la razón

muros, ni para lamentaciones

muros, ni para lamentaciones

¿Por qué?

¿Por qué?

planchando la oreja

planchando la oreja

¿naturaleza muerta?

¿naturaleza muerta?

el mamífero perfecto

el mamífero perfecto